viernes, febrero 13, 2009

El odioso papel de las clases medias.

Inauguro casi el 2009 con un pequeño cambio en el diseño del blog para incluir un más que merecido link con la página de Rebelión (no es que vayan a reventar su página con los magros lectores de mi blog, pero lo considero un merecido homenaje a mi principal fuente de inspiración estos días).

Digo que inauguro el 2009 porque he descuidado bastante en los últimos tiempos el realizar entradas en el blog. No se los demás blogueros, pero yo escribo fundamentalmente como una forma de plasmar pensamientos que tienden a ser obsesivos y que una vez escritos quedan en cierta medida “exorcizados”. Si no he escrito últimamente es porque el cuerpo me pedía leer y observar mucho más que decir. Me siento fascinado ante la confusión con la que el mundo está afrontando la crisis económica, que se nos administra en dosis no por parciales menos demoledoras. Resulta estúpido seguramente, pero creo que me lo tomo como quien ve una película, sin acabar de interiorizar que yo soy sujeto además de espectador de lo que ocurre.

Entre mis lecturas habituales como decía al principio, mis favoritas estos días vienen de la página de Rebelión. Esta mañana he leído un artículo al respecto de las clases medias titulado La crisis económica y la clase media que me ha resultado interesante y a su vez turbador. Alberto Moncada hace referencia a Ana Arhendt en su concepción de la clase media como protección del sistema que impide la revuelta de los desposeidos, para acabar preguntándose por la posible reacción de dicha clase media ante la presente crisis:
La clase media, sin embargo, ha sido indoctrinada en el respeto a la moralidad y a la legalidad. Cree en la meritocracia, en el trabajo y en las lealtades aunque la vida les vaya enseñando que esa fe no siempre tiene fundamente racional. Muchos miembros de la clase media emergente creen que el éxito es fruto de la perseverancia y el sacrificio laboral, de subir peldaños a base de esfuerzo. Es la filosofía del sueño americano que, como decía un colega, para tantos es una pesadilla.

La educación de la clase media nos ha privado de recursos para reaccionar frente a la presente crisis. Nuestra educación nos lleva hacer una especie de acto de fe en el poder político y en el económico, fiarnos de ellos y cuando nos han fallado o nos han engañado, somos impotentes para reaccionar, no tenemos músculo organizativo para hacerlo.

Pero si algo teme la clase media es dejar de serlo, bajar de posición, dejar de marcar distancia con los de abajo. Y entonces la pregunta sería: ¿Cual será su actitud cuando la presente crisis se profundice y empecemos a perder los empleos y los trabajos que nos son propios y creíamos seguros?.

Desde el punto de vista de alguien poco leído como yo, el planteamiento concreta ideas que intuitivamente siempre había compartido y da juego para elaborar en varias direcciones.

Se me hace evidente que la existencia de una amplia clase media es un elemento re-distributivo que el sistema debe consentir para su propia supervivencia. Ese grado de re-distribución constituye un precio necesario para mantener a la sociedad dormida y evitar el conflicto social. Eso nos lleva a preguntarnos ¿cómo de grande y como de “media” debe ser esa clase para jugar el papel necesario? La respuesta es que debe ser suficiente para garantizar mayorías políticas en nuestras pseudos-democracia, y que sus niveles de renta deben ser los mínimos para que sus miembros consideren que ganan más que pierden con el mantenimiento del status-quo. Ambos factores son subjetivos y cambiantes, de forma que con un adoctrinamiento suficiente se puede conseguir que gente a los que las interminables jornadas laborales y la precariedad les impide tener tiempo libre e incluso poder tener familia, gente que vive en realidad esclavizada y asfixiada por las deudas, se consideren clase media privilegiada por poder acceder a un mínimo nivel de consumo y se apresten a mantener el sistema que les explota. A menos conciencia, más barato le sale al sistema mantener una guardia pretoriana que le asegure la subsistencia.

El grado de eficacia que dicha estrategia tiene resulta desolador. Basta con preguntar a tu alrededor para constatar que todo el mundo es clase media, lo que implícitamente supondría que todo el mundo cree que tiene motivos para que el sistema se mantenga como está.

El odioso tema de la cultura del mérito (de la que ya he echado pestes antes en este blog) resulta un elemento imprescindible para dar algún sustento racional y justificar lo que en realidad es una actuación egoísta y cobarde de los que tenemos el dudoso mérito de pertenecer al citado grupo. El nacionalismo resulta perfectamente conveniente para que baste con esa misma clase media en unos pocos países para constituirse en garante del sistema a nivel mundial, abaratando de nuevo sus costes de conservación en términos re-distributivos.

3 comentarios:

alfredo dijo...

Interesante. Pero yo plantearía una cosa. Los desposeídos¿tienen una moral o unos valores diferentes?. Es decir, ¿cual sería su aspiración?. Soy un poco pesimista. Pienso que el ideal de parte de ellos, puede ser llegar a ser clase media, y disfrutar de los beneficios de tal clase. Tenemos ejemplos pocos conocidos. Por ejemplo, en Francia, el voto a Le pen, procedía en parte de gentes de clase humilde y extracción obrera(muchos de ellos procedentes del PCF). Y en la Alemania de los 30, cerca de un 50% de obreros votó nazi. Quiero decir que por desgracia, el desposeido nacional ve con ojos de superioridad al desposeido de fuera. No hay, para mi, morales distintas entre clases, aunque nos duela reconocerlo
Saludos

EGS dijo...

El problema yo creo que es otro. El desposeido no sabe que lo es, se piensa clase media también y por tanto con intereses que defender con el mantenimiento del sistema.

La cuestión es la falta de capacidad de la gente de entender lo que sucede y su posición en el engranaje.

alfredo dijo...

Sí, creo que tienes razón.
Un saludo afectuoso