jueves, enero 31, 2013

¿Qué es corrupción?


¿Qué es corrupción?, dices mientras presumes
de tu emblema azul.
¡Que es corrupción!, Y tú me lo preguntas?
Corrupción... eres tú.

sábado, enero 26, 2013

Mentiras.


Como un reguero las vemos olvidadas cuando echamos la vista atrás. Ampararon en su día cada uno de los retrocesos sociales, cada uno de los recortes, cada uno de los desmantelamientos, y se desechan después tras haberse usado para tratar de ocultar el hediondo olor que estas medidas despedían. Son tan innumerables que no hace falta tirar de hemeroteca para encontrarlas.

Se puede escribir un tomo entero en torno a las mentiras que acompañaron a las sucesivas reformas laborales con las que el PP y el PSOE nos llevan torturando décadas. Todas iban destinadas a reducir el paro, a acabar con la temporalidad, a ayudar a los jóvenes. Se aprobaron contratos temporales, ETTs y contratos de formación. Se redujo la indemnización, se debilitó la negociación colectiva... El resultado es 26% de paro, temporalidad record, salarios que no subieron durante el boom y bajan con la crisis y un paro juvenil de cerca del 60%. La ministra de empleo tiene el "papo" de anunciar que la enésima reforma está dando frutos, porque sin ella el paro sería mayor. Confieso que mi reacción ante tan poca vergüenza es tan poco sutil como querer soltarle un guantazo.

Las reformas fiscales tampoco se quedan cortas. Se rebajaban impuestos directos y se aumentaban los indirectos, se aprobaban SICAV para atraer inversiones y se acababa con figuras "obsoletas" como son el Impuesto de Patrimonio y el Impuesto de sucesiones. El resultado es el desplome de la recaudación directa, un déficit público desbocado pese a los continuos recortes de servicios, huida record de capitales y un sistema fiscal regresivo que fomenta la desigualdad.


Otro gran capítulo es el de las privatizaciones que iban a mejorar la gestión, permitir la competencia, abaratar precios y mejorar los servicios. Como resultado tenemos costes de energía eléctrica, de comunicaciones y de combustibles de los más altos de Europa y eso si, unas empresas que actuando en régimen de oligopolio son una fuente de beneficios inmensa y segura para las oligarquías financieras del país.

El último año ha sido sangriento en cuanto a sus recortes. Es cierto que las previsiones del PP de que bastaba con su triunfo electoral para recuperar la confianza no parece haberse cumplido, es cierto que la economía se hunde a un ritmo creciente, el déficit sigue disparado y el paro ha batido todos los records. El gobierno actual, como el anterior, ve "brotes verdes" aunque los llama "luz al final del tunel". Pero hay que esperar otro poco más y por supuesto, seguir por la senda del dolor. Dentro de un año podremos recuperar el rastro de estas previsiones que serán unas mentiras más, mientras los que nos gobiernon renuevan sus escusas, cercenan un poco más nuestros derechos y nos vuelven a prometer un futuro mejor.

Eso será si no conseguimos antes sacarles del poder y mandarles a unos a sus casas y a otros, con un poco de suerte, a la cárcel.

lunes, enero 21, 2013

Se produjo la confesión: prácticas ilícitas enturbiaron la competición durante años.


Finalmente se ha hecho público, ahora ya no queda lugar a dudas, y confirmamos que sus numerosas victorias no fueron precisamente limpias, los éxitos se cimentaron mediante el recurso a la trampa, y la noticia arrasa en los medios de comunicación.

Durante años lo habíamos ido sospechando a medida que los casos conocidos de fraude se iban haciendo públicos, aunque en el fondo muchos preferían no creerlo. Sabíamos que tráficos de ese tipo se producían en distintos equipos, y sospechábamos que el problema se centraba sobre todo entre los grandes, los que aspiraban a ganar. Sin embargo ahora que por fin se confirma que la podredumbre que envolvía a esta competición llegaba a lo más alto, se hace más evidente que el problema no es de personas actuando aisladamente. No pudo ocurrir sin que el resto de sus compañeros lo supieran, sin que las direcciones de los equipos ampararan y fomentaran dichas prácticas, y sin que buena parte del equipo participara en las mismas prácticas ilícitas que ahora afloran.

En su caída, el líder arrastrará consigo a toda la competición, que queda inexorablemente manchada a los ojos de los que antaño aún creían en ella. Muchos que no habían caído aún en el desencanto pasarán a las filas de los escépticos y pensarán que todos los competidores son iguales y que no hay forma de que se produzca la necesaria limpieza.

Es cierto que los más forofos se ampararán en cualquier excusa para no aceptar que habían puesto su admiración y dado su apoyo a personajes indignos. Algunos se intentarán consolar argumentando que en realidad todos hacían lo mismo y que haberse negado a seguir esos métodos hubiera supuesto competir en desventaja. Otros tratarán de pasar página amparándose en que esas prácticas ilícitas se abandonaron hace tiempo, que son cosas del pasado. Es lo que pasa a los que abandonan la racionalidad para convertirse en forofos, que se niegan a ver las evidencias de las debilidades de aquellos a los que siguen y a los que siempre intentarán disculpar. Pero la mayoría se enfrentará con la necesidad de aceptar un hecho que parece incontestable, la competición estaba manchada y con toda probabilidad lo sigue estando, aunque quizás las prácticas se hayan sofisticado y resulten más difíciles de detectar. Con tristeza tendremos que admitir que solo es una cuestión de tiempo el que se hagan a la luz las trampas actuales.

Lamentablemente, al contrario que en el caso del dopaje de Amstrong, que casualmente aflora también en estos días, no nos queda el recurso de retirarle las victorias y las medallas. Los que recibían los sobres con dinero negro seguirán ejerciendo un gobierno que alcanzaron mediante métodos corruptos en connivencia con las oligarquías económicas, y seguiremos sufriendo las consecuencias de sus desmanes hasta que unas lejanas elecciones nos permitan una oportunidad de echarles. Y nadie nos devolverá el daño irreparable que han causado durante sus años de gobierno ilegítimo.

Hablaba del caso Bárcenas, por supuesto.

domingo, enero 20, 2013

Las ideas de la clase dominante son, en todas las épocas, las ideas dominantes (Karl Marx).


Esta cita de Marx (que espero sea exacta, disculpas en caso contrario a Marx y sus seguidores) me rondaba el otro día en la cabeza mientras mantenía una de mis habituales discusiones políticas con algunos de los miembros del equipo que coordino en mi empresa. Algún día los pobres me van a denunciar por acoso laboral, especialmente cuando les arengo (¿alguno pensará que les presiono?) para que sigan las huelgas y movilizaciones, y les bombardeo con todo tipo de propaganda político-económica.

La conversación trataba al respecto del impuesto de sucesiones y su importancia a la hora de evitar la concentración de la riqueza. Mi joven colega argumentaba casi escandalizado que era injusto quitarle a la gente sus propiedades, mientras yo le hacía ver que no se trata de quitarle a nadie nada, dado que legalmente la propiedad no pertenece a una estirpe sino a una persona que ya está muerta. En una sociedad de esas en las que se premia el esfuerzo y el logro individual, de las que defienden los ideólogos del libre mercado y la competencia, nadie debería tener el derecho a ser rico por motivo de nacimiento, por lo que los propios defensores del liberalismo deberían ser defensores de un impuesto de sucesiones "confiscatorio" del 100%. La discusión decayó cuando otro compañero terció para indicar que en EEUU este impuesto tiene un tipo del 45% lo que dejó a mi colega entre incrédulo y boquiabierto.

La oposición al impuesto de sucesiones y la casi nula resistencia social a su paulatino desmantelamiento es un buen ejemplo de como las clases dominantes consiguen imponer su pensamiento a todas las capas de la sociedad. La injusticia que supone que alguien pueda transmitir su riqueza acumulada sin coste, y los efectos perniciosos que supone en nuestra sociedad e incluso nuestro sistema económico son evidentes, pero esta parece una partida ganada por los que desde su dominio de la vida económica y social, dominan también nuestra forma de pensar.

De entre las ideas más perniciosas y que con más éxito se han generalizado hasta hacerse una verdad socialmente aceptada, destaca el concepto de que la gestión privada es mejor que la pública. Recientemente discutía con vecinos, perfectamente izquierdistas, al respecto de dejar de subcontratar los servicios de vigilancia, mantenimiento, limpieza y jardinería de nuestra urbanización. La idea de poner en nómina de nuestra "Entidad de Conservación" a todos o parte de la decena de personas que trabaja para nosotros es recibida por ellos como un anatema, una excentricidad o unas puras ganas de provocar polémica en temas que la gente sensata no cuestiona. Similar arquear de cejas y miradas de paciencia infinita encuentro entre algunos compañeros de IU en nuestra localidad cuando proclamo que debemos incluir en nuestro programa electoral la eliminación de toda subcontratación municipal.

Que la privatización de nuestros servicios comunitarios se entiende como normal entre gente que pertenece al entorno de IU demuestra hasta qué punto Marx tenía, una vez más, una enorme razón. Se encuentra la inmensa mayoría de la gente presa en una red de preconcepciones aceptadas acríticamente y que nos incapacita para plantear salidas alternativas a lo que el sistema nos impone. Y no soy tan ingenuo como para no darme cuenta que yo no soy diferente, y que me encuentro inmerso en las mismas preconcepciones.

Reflexionando a posteriori al respecto de mi conversación sobre el Impuesto de Sucesiones, me di cuenta que yo mismo no había siquiera planteado durante aquel debate la enorme carga ideológica que supone aceptar el derecho de que alguien llegue a acumular propiedades. La aceptación del derecho a la propiedad privada, frente a la idea del  uso comunal de los bienes, es algo tan generalmente aceptado, que una opción política que defendiera lo segundo respecto a lo primero dudosamente pasaría de considerarse algo más que una secta de chalados hippies.

Pero pensándolo objetivamente, que expropiar todas las riquezas acumuladas sea considerado una injusticia, mientras que se tolere socialmente el derroche de recursos en lujos ridículos por parte de los inmensamente ricos, desafía a toda lógica. No existe ningún derecho natural a la propiedad, y cuando simplificamos el planteamiento y nos imaginemos una persona atracándose de comida y dejando que lo que no consume se pudra mientras a su lado un niño pasa hambre, la mera idea nos repugna. La desigualdad inmensa de nuestra sociedad no es realmente diferente salvo en un tema de grado.

El por qué con tanta naturalidad la población que pasa penurias acepta que no es ético expropiar a quién más tiene de una parte de lo que a ellos les falta (robar, en lenguaje más común), resulta a todas luces enigmático. Que no tenga que haber guardas de seguridad en cada mansión de lujo para evitar su asalto, que alguien se atreva a pasear su Ferrari delante de todos sin que nadie le reviente el cristal de una pedrada, que haya tiendas donde un bolso o un reloj se venda por el producto del salario anual o plurianual de la mayoría de la gente y no tengan que salir sus compradores ocultos tras una máscara, que parásitos sociales sean el modelo admirado por la gente que sufre indirectamente sus excesos, que todo esto pase y nos parezca normal a todos demuestra hasta que punto sus ideas las hemos hecho nuestras, y lo difícil que va a resultar cambiar realmente las cosas.