Es ley de vida. Ante un conflicto es bastante normal que una vez que se quiebra la resistencia de una de las partes, y cede, el vencedor exprima al máximo su victoria e imponga esta de forma absoluta.
En los últimos 30 años se ha producido un conflicto en el que las oligarquías económico financieras han ido ganando batalla tras batalla ante la menguante resistencia de los sectores de izquierda, traicionados por la progresiva asumpción de los grandes partidos socialdemócratas europeos de los postulados neoliberales. Dicho proceso llevó a la desregulación y el desarme de las barreras fiscales y legales que ponían freno a la capacidad de actuar de dichas oligarquías.
La toma del poder político-económico por parte de dichas oligarquías, ocurrida durante los años 90 (recordemos en España los ajustes para cumplir los criterios de Maastritch y las condiciones en que se estableción la moneda única), disimuló sus efectos mediante la creación de una burbuja de crédito que permitió compensar con el endeudamiento la progresiva pérdida de capacidad adquisitiva de los trabajadores. El deterioro que las nuevas medidas estaban causando en los trabajadores se demostraba en la creciente desigualdad de rentas y la disminución que las rentas del trabajo sufrían a favor de las del capital.
El proceso necesitó del establecimiento de una doctrina ideológica que fuera asumida por las grandes mayorías. Así se nos vendió que esa distribución de la tarta a favor de las rentas del capital nos beneficiaba a todos, porque la tarta al crecer nos entregaba al fin y al cabo un trozo mayor. Se nos vendió que un sistema impositivo menos redistributivo era bueno puesto que esto permitía a las empresas crear empleo y riqueza. Se nos vendió una globalización que favorecía a los empobrecidos del mundo a la vez que nos permitía a los países más desarrollados centrarnos en sectores de más alto valor añadido. Se desmantelaron los sectores públicos clave y se entregaron al sector privado bajo promesas de mejor gestión, mejor servicio y mejores precios. Se nos vendió el fin de la historia, y el triunfo del capitalismo, y los vendedores traían trajes de socialdemócrata, y la gente lo compró.
En los últimos años el entramado de mentiras ha ido cayendo. Nos enteramos que la desregulación permitió excesos financieros especulativos que resultaron absolutamente destructivos. La libertad de movimiento de capitales permitió la evasión masiva hacia paraísos fiscales, y unida a las rebajas impositivas debilitó las finanzas públicas creando déficits fiscales que ponen en cuestión el estado del bienestar. La globalización desmanteló sectores industriales que fueron deslocalizados a países emergentes, para beneficio de las multinacionales, que pudieron producir en condiciones de semi-esclavitud. Los sectores públicos privatizados crearon oligopolios ante los que los consumidores se encuentran cautivos. Finalmente descubrimos que la tarta no había crecido tanto, que nuestra ración era menguante y que alguien tenía que empezar a pagar la cuenta de la fiesta.
Pareció durante un pequeño lapso que la caída del velo que había dejado las mentiras al descubierto supondría el replanteamiento y la reversión de alguna de las medidas tomadas en estos últimos treinta años; una ingenuidad. Con los estados desarmados de todo poder para influir en la economía trasnacional, y con la población aturdida, desarmada a su vez ideológicamente y abducida por una propaganda que ha convertido las mentiras en dogmas, los que mandas se han quitado la careta.
En el último año las cartas se han puesto encima de la mesa. Nuestro voto, nuestros gobiernos no pintan ni deciden nada, y todo intento por oponerse recibirá su castigo en forma de crisis de la deuda. Con las instituciones que todo lo deciden fuertemente ancladas y controladas (FMI, BCE, etc.) se nos ha informado de que la democracia se limita a decidir cuestiones sociales, pero que la economía la deciden otros. Algunos como Zapatero parecieron jugar a ser DeGaulle y ofrecer alguna resistencia, para finalmente convertirse en un nuevo Petain que encabeza un gobierno pelele colaboracionista con el vencedor.
Ahora los vencedores ya no tienen necesidad de disimular. Han empezado por un recorte de condiciones laborales que tienen su eco en la carrera de ofrecimiento de rebajas adicionales firmado por trabajadores como los de Nissan, cediendo al chantaje del cierre y la deslocalización. Han ido a por las Cajas de Ahorro, un suculento bocado público pendiente de devorar para el lucro privado. Ahora van a por las pensiones para seguir con el desmantelamiento de la negociación colectiva. Y no van a parar, ¿porqué habrían de hacerlo?
Nos han derrotado, pero queda por ver si nos han domesticado y en nuestra docilidad dejaremos que nos sigan apretando ilimitadamente sin siquiera plantear resistencia. De momento se sienten seguros y van a por todas.
martes, enero 25, 2011
sábado, enero 22, 2011
El poder de las corporaciones
Mucho se ha comentado la reunión que hace algunas semanas mantuvo nuestro jefe del gobierno con la crema y nata del mundo empresarial. Dicha reunión, en la que los empresarios presentaron al gobierno sus propuestas (¿exigencias?), escenifica perfectamente el papel que las grandes corporaciones tienen dentro de nuestra sociedad.
Al hilo de dicha noticia, os presento un magnífico documental (os advierto que sus tres partes suman casi tres horas que a mi no se me han hecho largas en absoluto) que nos recuerda como son, y como actuan las corporaciones, así como su efecto en nuestro mundo.
Las corporaciones, instituciones o psicopatas
En estos días de convulsión económica, resulta importante entender como el llamado neoliberalismo no resulta nada más que la justificación ideológica de la puesta del estado y su legislación al servicio de las oligarquías propietarias de las grandes corporaciones. Bajo la pantalla de una supuesta defensa del libre mercado, se esconde la desregulación que permite a los grandes oligopolios extender su poder sin barreras eliminando todo atisbo de competencia. Tras los últimos treinta años de ofensiva la ocupación de todos los espacios del poder por parte de estas corporaciones resulta casi absoluta.
Debilitada la universidad pública a la que se intenta vaciar de contenido ideológico para convirtiendola en fábrica de trabajadores especializados, con los medios de comunicación a su servicio y con sus representantes a cargo de todas las instituciones económicas, su victoria es abrumadora. No es por tanto extraño que desde su posición de poder se aseguren de que la crisis que ellos mismos han creado se convierta en una nueva oportunidad para aumentar su poder y sus beneficios, ante la mirada apática de una ciudadanía que no es capaz de distinguir entre la realidad y la propaganda.
Al hilo de dicha noticia, os presento un magnífico documental (os advierto que sus tres partes suman casi tres horas que a mi no se me han hecho largas en absoluto) que nos recuerda como son, y como actuan las corporaciones, así como su efecto en nuestro mundo.
Las corporaciones, instituciones o psicopatas
En estos días de convulsión económica, resulta importante entender como el llamado neoliberalismo no resulta nada más que la justificación ideológica de la puesta del estado y su legislación al servicio de las oligarquías propietarias de las grandes corporaciones. Bajo la pantalla de una supuesta defensa del libre mercado, se esconde la desregulación que permite a los grandes oligopolios extender su poder sin barreras eliminando todo atisbo de competencia. Tras los últimos treinta años de ofensiva la ocupación de todos los espacios del poder por parte de estas corporaciones resulta casi absoluta.
Debilitada la universidad pública a la que se intenta vaciar de contenido ideológico para convirtiendola en fábrica de trabajadores especializados, con los medios de comunicación a su servicio y con sus representantes a cargo de todas las instituciones económicas, su victoria es abrumadora. No es por tanto extraño que desde su posición de poder se aseguren de que la crisis que ellos mismos han creado se convierta en una nueva oportunidad para aumentar su poder y sus beneficios, ante la mirada apática de una ciudadanía que no es capaz de distinguir entre la realidad y la propaganda.
jueves, enero 20, 2011
Españoles, ¿sois idiotas?
Francamente excelente carta al director publicada el 9 de Diciembre en el Diario de Navarra y firmada por Jesús Sanz Asistarraga (referencia encontrada en el blog de Basseta).
Hay un problema laboral del colectivo de controladores aéreos que afecta al 1,2% de la población española (600.000 personas) y casi todos saltáis como energúmenos pidiendo hasta el linchamiento de ese colectivo cuando el día anterior hacen otra reforma del sistema laboral más restrictiva, quitan los 420 euros de ayuda a 688.000 parados que están en la ruina y anuncian cambios drásticos a peor en la ley de pensiones que afectan al 80% de la población y nadie se indigna ni dice nada. ¿Sois idiotas?
Estáis pidiendo a gritos al Gobierno que se apliquen medidas que quitan el derecho a la baja laboral, a los permisos retribuidos y a las horas sindicales, sacar militares a la calle ¿sois idiotas?
Estáis leyendo que mintieron en los vuelos de la CIA, en el caso Couso, que González era la X del GAL, que gente del PP cobraba de la trama Gürtel, que hay políticos que cobran más de 230.000 euros al año, pero que nos cuestan más de 3 millones de euros, que la corrupción en la política no es excepción, sino norma, que ellos mismos se adjudican el derecho a cobrar la jubilación máxima con pocos años en las Cortes y a nosotros nos piden 40 de cotización, banqueros que consiguen del gobierno medidas duras contra los trabajadores y que tenían que estar en la cárcel por delitos demostrados de fraude fiscal y no decís nada, os quitan dinero para dárselo a esa gente que cobra cientos de miles de euros año, especula con nuestro dinero, defrauda a Hacienda y seguís callados ¿sois idiotas?
Tenéis una monarquía que se ha enriquecido en los últimos años, que apoya a los poderosos, a EEUU, a Marruecos y a todo lo que huela a poder o dinero, hereditaria como en la Edad Media ¿sois idiotas?
En Inglaterra o Francia o Italia o en Grecia o en otros países los trabajadores y los jóvenes se manifiestan hasta violentamente para defenderse de esas manipulaciones mientras en España no se mueve casi nadie ¿sois idiotas?
Consentís la censura en los medios de comunicación, la ley de partidos, la manipulación judicial, la tortura, la militarización de trabajadores sólo porque de momento no os afecta a vosotros ¿sois idiotas?
Sabéis quién es toda la gentuza de las revistas del corazón, futbolistas supermillonarios pero jamás escucháis a nadie como Saramago o Chomsky u otros mil intelectuales veraces y comprometidos con vuestros problemas ¿sois idiotas?
Si mucha gente responde sí, aún nos queda un poco de esperanza de conseguir acabar con la manipulación de los políticos y poderosos.
Si la mayoría contesta no, entonces estamos jodidos.
sábado, enero 15, 2011
De la huelga a la claudicación
En Septiembre, días antes de la huelga a la que había anunciado en mi empresa que me sumaría, me llamó mi antiguo jefe desde nuestra oficina central en Suiza. El mensaje era una advertencia de parte de la responsable de RRHH en Europa indicándome que no sería bien visto en la empresa que constara que uno de los directores en Madrid se sumara a una iniciativa sindical. Cedí a la presión y llegamos a un acuerdo, sustituí la huelga por un día de vacaciones tras pensarlo mucho. Mi hermana, que trabaja en una pequeña empresa se sumó a la huelga tras negociar con sus patrones. Ambos tenemos familia e hipoteca y no podemos permitirnos perder nuestro trabajo, ambos por otra parte dañamos en el proceso nuestra situación laboral.
Semanas antes de la huelga me afilié a CCOO. En mi solicitud incluí una explicación de mis motivos, relacionados con que por fin el sindicato se hubiera dado cuenta que tocaba confrontación y lucha. Participé en un piquete frente a las cocheras de la EMT, empapelé mi urbanización con propaganda de la huelga, hice proselitismo, discutí con amigos, participé con mi familia en la manifestación del 29 y las que siguieron convocadas por mi nuevo sindicato.
Han pasado casi cuatro meses en los que he ido pasando de la esperanza a la decepción y de esta a la indignación. Las primeras señales vinieron del silencio clamoroso tras la huelga por parte de los grandes sindicatos , una huelga que uno pensaba como el primer paso en la estrategia para intentar revocar la reforma laboral de Junio. Muy al contrario, CCOO pareció dar el tema por zanjado y el expediente cubierto con una huelga hecha a regañadientes. Mi esperanza inicial se tornaba en decepción ante la vuelta a las andadas. Me pregunto que sentirán aquellos que fueron un poco más allá que yo en su compromiso con la huelga y hayan sufrido represalias e incluso el despido como consecuencia.
En Diciembre el gobierno anunció la siguiente vueltas de tuerca. Recortados los derechos laborales llega la hora de ir a por los derechos sociales. La primera reacción en contra pareció decidida por parte del sindicato, sin embargo a finales de mes se conoce que se están manteniendo discretos contactos y negociaciones con el gobierno. Resulta indignante el mero hecho de sentarse a negociar con alguien que nos roba, destruyendo los avances sociales conseguidos en más de un siglo de lucha e insultando por el camino a la memoria de todos los que dieron incluso su vida por ellos.
Esta semana parece que el fantasma de una nueva huelga se desvanece. En un giro inaudito, los sindicatos parecen dispuestos a aceptar el retraso en la edad de jubilación, a cambio de suavizar algún aspecto. Es más, en un kafkiano síntoma de síndrome de Estocolmo, invitan al PP y a la patronal a unirse a la fiesta y dan señales de que aceptarán la reforma de Junio si se retoca mínimamente. Para redondear, proponen ampliar la negociación a otras areas. Aparentemente no es que Toxo haya perdido la cabeza, dado que se cuenta con el apoyo casi absoluto del Consejo del sindicato. Resulta tan increible que me trae a la cabeza esa dantesca historia del canibal alemán que mató y devoró a su amante tras obtener una petición escrita de este.
El daño ya está hecho. Hemos aceptado todas las premisas y reglas del juego y ya no se puede ganar. Se acepta implícitamente la necesidad de reformar y así se le deja saber a la gente. El mensaje no puede ser más claro y devastador para las esperanzas de los que pretendan resistirse: ante la crisis hay que aceptar las reformas, y como mucho podemos aspirar a matizarlas. El gobierno y los poderes a los que sirve pueden ya lanzar una nueva oleada de recortes ante la sumisión ignorante de la mayoría.
Yo, mientras decido si devolver mi carnet de CCOO con mi solicitud de baja, o si me quedo con el para darme el gusto de quemarlo en la chimenea, me pregunto como he podido ser tan imbecil de confundir mis esperanzas con la realidad. CCOO es un sindicata cuyos dos últimos dirigentes se encuentran englobados en las filas del PSOE uno y de UPyD otro. Ya no es que se haya adocenado y apoltronado en una estrategia de negociar recortes a trocitos sin apenas resistencia, es que finalmente tengo que admitir que es un sindicato que sirve a los intereses del poder, contribuyendo a que nos traguemos trago a trago y sin resistencia todas las amargas recetas qeu los que detentan el poder nos van preparando.
Yo, como afiliado temporal, he contribuido al proceso. No puedo menos que sentir verguenza ante mi estupidez.
Semanas antes de la huelga me afilié a CCOO. En mi solicitud incluí una explicación de mis motivos, relacionados con que por fin el sindicato se hubiera dado cuenta que tocaba confrontación y lucha. Participé en un piquete frente a las cocheras de la EMT, empapelé mi urbanización con propaganda de la huelga, hice proselitismo, discutí con amigos, participé con mi familia en la manifestación del 29 y las que siguieron convocadas por mi nuevo sindicato.
Han pasado casi cuatro meses en los que he ido pasando de la esperanza a la decepción y de esta a la indignación. Las primeras señales vinieron del silencio clamoroso tras la huelga por parte de los grandes sindicatos , una huelga que uno pensaba como el primer paso en la estrategia para intentar revocar la reforma laboral de Junio. Muy al contrario, CCOO pareció dar el tema por zanjado y el expediente cubierto con una huelga hecha a regañadientes. Mi esperanza inicial se tornaba en decepción ante la vuelta a las andadas. Me pregunto que sentirán aquellos que fueron un poco más allá que yo en su compromiso con la huelga y hayan sufrido represalias e incluso el despido como consecuencia.
En Diciembre el gobierno anunció la siguiente vueltas de tuerca. Recortados los derechos laborales llega la hora de ir a por los derechos sociales. La primera reacción en contra pareció decidida por parte del sindicato, sin embargo a finales de mes se conoce que se están manteniendo discretos contactos y negociaciones con el gobierno. Resulta indignante el mero hecho de sentarse a negociar con alguien que nos roba, destruyendo los avances sociales conseguidos en más de un siglo de lucha e insultando por el camino a la memoria de todos los que dieron incluso su vida por ellos.
Esta semana parece que el fantasma de una nueva huelga se desvanece. En un giro inaudito, los sindicatos parecen dispuestos a aceptar el retraso en la edad de jubilación, a cambio de suavizar algún aspecto. Es más, en un kafkiano síntoma de síndrome de Estocolmo, invitan al PP y a la patronal a unirse a la fiesta y dan señales de que aceptarán la reforma de Junio si se retoca mínimamente. Para redondear, proponen ampliar la negociación a otras areas. Aparentemente no es que Toxo haya perdido la cabeza, dado que se cuenta con el apoyo casi absoluto del Consejo del sindicato. Resulta tan increible que me trae a la cabeza esa dantesca historia del canibal alemán que mató y devoró a su amante tras obtener una petición escrita de este.
El daño ya está hecho. Hemos aceptado todas las premisas y reglas del juego y ya no se puede ganar. Se acepta implícitamente la necesidad de reformar y así se le deja saber a la gente. El mensaje no puede ser más claro y devastador para las esperanzas de los que pretendan resistirse: ante la crisis hay que aceptar las reformas, y como mucho podemos aspirar a matizarlas. El gobierno y los poderes a los que sirve pueden ya lanzar una nueva oleada de recortes ante la sumisión ignorante de la mayoría.
Yo, mientras decido si devolver mi carnet de CCOO con mi solicitud de baja, o si me quedo con el para darme el gusto de quemarlo en la chimenea, me pregunto como he podido ser tan imbecil de confundir mis esperanzas con la realidad. CCOO es un sindicata cuyos dos últimos dirigentes se encuentran englobados en las filas del PSOE uno y de UPyD otro. Ya no es que se haya adocenado y apoltronado en una estrategia de negociar recortes a trocitos sin apenas resistencia, es que finalmente tengo que admitir que es un sindicato que sirve a los intereses del poder, contribuyendo a que nos traguemos trago a trago y sin resistencia todas las amargas recetas qeu los que detentan el poder nos van preparando.
Yo, como afiliado temporal, he contribuido al proceso. No puedo menos que sentir verguenza ante mi estupidez.
sábado, enero 08, 2011
Una negociación obscena
Se encuentra dicen los sindicatos reunidos con el gobierno en una negociación de 3 días casi completos para intentar llegar a un acuerdo al respecto de la reforma de las pensiones. Nos hablan de maratonianas jornadas de 8 horas hoy mismo. Yo no salgo de mi perplejidad.
Perplejidad en primer lugar por el hecho de que los sindicatos accedan a esta farsa. No tengo ninguna explicación digna para su actitud, dado que el mero hecho de sentarse debilita la postura de los trabajadores al admitir que existe algún tipo de necesidad de reforma. Numerosas argumentaciones se han dado para desmentir que exista tal necesidad, pero quizás la más obvia, sin entrar en profundidades técnicas, es la que duda de una reforma que se plantea a la carrera para un problema que, en el peor de los casos y según los propagandistas neoliberales, tiene un horizonte de 30 a 50 años. Incluso para quién sea tan estúpido para creerse la propaganda oficial, hacer depender de una negociación de un fin de semana el destino a decenios vista de las pensiones resulta un insulto a la inteligencia.
La perplejidad se une a la indignación cuando uno se plantea en qué terminos puede estarse haciendo la negociación. Las reglas del juego están trucadas, y lo que llaman reforma es en realidad recorte. Uno no se sienta a negociar con alguien que te plantea de partida cuanto te va a quitar. Lo peor que nos puede pasar como trabajadores y gente de izquierda sería precisamente que se llegara un acuerdo, y que los que se supone defienden nuestros intereses, se plieguen en nuestro nombre a ceder una parte de lo conseguido a base de luchas y en muchos casos de sangre. Y de forma tan sencilla que une la indignación al estupor.
La perplejidad, indignación y estupor se unen a la hilaridad cuando uno se pregunta lo que pueden estar haciendo tan altos dignatarios durante tan maratonianas reuniones. Horas y horas sentados en torno a una mesa para un tema que resulta relativamente sencillo. Uno se imagina al gobierno y los representantes sindicales a un lado y otro de la mesa con todo dicho después de los cinco primeros minutos en los que el primero sin duda reiterará su voluntad inquebrantable de postponer la edad de jubilación a los 67 años, y los segundos supongo declararán su oposición frontal a tal medida. Lo que pueden hacer durante el resto de horas e incluso días de reunión resulta un misterio que ofrece sin duda espacio para brillantes parodias futuras de los humoristas patrios..
Y es que todo esto es una farsa en la que hasta el más tonto percibe las intenciones ocultas de unos y de otros. El gobierno quiere plantear el retraso de la edad de jubilación como pago necesario ante el chantaje de la dupla Sarkozy-Merkel, como condición para apoyar a la deuda española frente al ataque especulador de los mercados. Unos mercados que lejos de ser anónimos tienen caras, nombres y apellidos. La negociación es para este una forma de enmascarar tales intenciones y dotar a las medidas ya decididad de un velo que oculte sus auténticos motivos.
Los sindicatos escenifican su resistencia a hacer una huelga general contra un gobierno de derechas que incomprensiblemente cuenta aún con cierto apoyo de buena parte de esa población que se autodenomina de izquierdas, muchos de los cuales constituyen las bases de las propias organizaciones sindicales. Detras de la negociación se encuentra el miedo a plantear un pulso en el que no creen, y para el que quieren buscar legitimidades extras ridículas por innecesarias.
Yo por mi parte siento sobre todo verguenza ajena ante toda esta parodia. Una vez que nuestros blanditos representantes sindicales han accedido a formar parte de ella, se me llevan los demonios cada minuto que pasa sin que estos se levanten de la mesa pegando de una puñetera vez un puñetazo sobre esta.
Perplejidad en primer lugar por el hecho de que los sindicatos accedan a esta farsa. No tengo ninguna explicación digna para su actitud, dado que el mero hecho de sentarse debilita la postura de los trabajadores al admitir que existe algún tipo de necesidad de reforma. Numerosas argumentaciones se han dado para desmentir que exista tal necesidad, pero quizás la más obvia, sin entrar en profundidades técnicas, es la que duda de una reforma que se plantea a la carrera para un problema que, en el peor de los casos y según los propagandistas neoliberales, tiene un horizonte de 30 a 50 años. Incluso para quién sea tan estúpido para creerse la propaganda oficial, hacer depender de una negociación de un fin de semana el destino a decenios vista de las pensiones resulta un insulto a la inteligencia.
La perplejidad se une a la indignación cuando uno se plantea en qué terminos puede estarse haciendo la negociación. Las reglas del juego están trucadas, y lo que llaman reforma es en realidad recorte. Uno no se sienta a negociar con alguien que te plantea de partida cuanto te va a quitar. Lo peor que nos puede pasar como trabajadores y gente de izquierda sería precisamente que se llegara un acuerdo, y que los que se supone defienden nuestros intereses, se plieguen en nuestro nombre a ceder una parte de lo conseguido a base de luchas y en muchos casos de sangre. Y de forma tan sencilla que une la indignación al estupor.
La perplejidad, indignación y estupor se unen a la hilaridad cuando uno se pregunta lo que pueden estar haciendo tan altos dignatarios durante tan maratonianas reuniones. Horas y horas sentados en torno a una mesa para un tema que resulta relativamente sencillo. Uno se imagina al gobierno y los representantes sindicales a un lado y otro de la mesa con todo dicho después de los cinco primeros minutos en los que el primero sin duda reiterará su voluntad inquebrantable de postponer la edad de jubilación a los 67 años, y los segundos supongo declararán su oposición frontal a tal medida. Lo que pueden hacer durante el resto de horas e incluso días de reunión resulta un misterio que ofrece sin duda espacio para brillantes parodias futuras de los humoristas patrios..
Y es que todo esto es una farsa en la que hasta el más tonto percibe las intenciones ocultas de unos y de otros. El gobierno quiere plantear el retraso de la edad de jubilación como pago necesario ante el chantaje de la dupla Sarkozy-Merkel, como condición para apoyar a la deuda española frente al ataque especulador de los mercados. Unos mercados que lejos de ser anónimos tienen caras, nombres y apellidos. La negociación es para este una forma de enmascarar tales intenciones y dotar a las medidas ya decididad de un velo que oculte sus auténticos motivos.
Los sindicatos escenifican su resistencia a hacer una huelga general contra un gobierno de derechas que incomprensiblemente cuenta aún con cierto apoyo de buena parte de esa población que se autodenomina de izquierdas, muchos de los cuales constituyen las bases de las propias organizaciones sindicales. Detras de la negociación se encuentra el miedo a plantear un pulso en el que no creen, y para el que quieren buscar legitimidades extras ridículas por innecesarias.
Yo por mi parte siento sobre todo verguenza ajena ante toda esta parodia. Una vez que nuestros blanditos representantes sindicales han accedido a formar parte de ella, se me llevan los demonios cada minuto que pasa sin que estos se levanten de la mesa pegando de una puñetera vez un puñetazo sobre esta.
jueves, enero 06, 2011
¿Porqué no IU?
Dicen las encuestas que IU se encamina a unos excelentes resultados electorales. Doblaremos el número de votos, multiplicaremos el número de escaños. ¿Ün éxito?
Nos encontramos ante circunstancias excepcionalmente favorables. Tanto Zapatero como el propio PSOE se encuentran en una situación de descrédito comparable con la que supuso el fin del felipismo, el dogma neoliberal se resquebraja, la economía sigue en caída libre con el paro en valores de desastre, el PP se reboza en su propia corrupción, la gente acumula indignación ante medidas que entiende injustas. Ante todo esto IU, el partido que naturalmente debería canalizar buena parte de este descontento, consigue una triste expectativa de crecimiento del 3%. Donde otros ven un éxito yo no puedo menos que constatar nuestra incapacidad de convencer a una parte relevante del electorado que nos permitiera de momento poner en cuestión mínimamente el poder del omnipotente bipartidismo.
Por encima de los muchos errores que se nos puedan achacar a todos como organización, creo que debemos ser conscientes de que luchamos con algo mucho menos tangible que se ha constituido en nuestro mayor enemigo. Tenemos a nuestras espaldas decenios de propaganda que ha ido calando en el subsconsciente de la gente haciendo extremadamente dificil cualquier cambio. Es una combinación de mensajes complementarios que se constituyen en una maraña de falacias de las que la mayoría parece incapaz de escapar y que yo resumiría en tres puntos:
Estos mensajes nos llegan continuamente por parte de todos los medios de comunicación que se constituyen en elemento primordial para el mantenimiento de status quo. El objetivo último consiste en favorecer la alternancia del PP y el PSOE y la continuidad del sistema, desacreditando toda capacidad de plantear alternativas. En el peor de los casos, se arrastra a la gente al desánimo y el excepticismo antes que a la lucha y la movilización que se consideran imposibles e inútiles.
No será sencillo luchar contra estos dogmas difundidos continuamente de forma más o menos sutil. Constatarlo no nos exime de nuestra obligación de luchar contra ellos si queremos que nuestros mensajes y programas lleguen siquiera a ser considerados. Debemos por otra parte ser conscientes que el cambio no va a llegar de la noche a la mañana.
Nos encontramos ante circunstancias excepcionalmente favorables. Tanto Zapatero como el propio PSOE se encuentran en una situación de descrédito comparable con la que supuso el fin del felipismo, el dogma neoliberal se resquebraja, la economía sigue en caída libre con el paro en valores de desastre, el PP se reboza en su propia corrupción, la gente acumula indignación ante medidas que entiende injustas. Ante todo esto IU, el partido que naturalmente debería canalizar buena parte de este descontento, consigue una triste expectativa de crecimiento del 3%. Donde otros ven un éxito yo no puedo menos que constatar nuestra incapacidad de convencer a una parte relevante del electorado que nos permitiera de momento poner en cuestión mínimamente el poder del omnipotente bipartidismo.
Por encima de los muchos errores que se nos puedan achacar a todos como organización, creo que debemos ser conscientes de que luchamos con algo mucho menos tangible que se ha constituido en nuestro mayor enemigo. Tenemos a nuestras espaldas decenios de propaganda que ha ido calando en el subsconsciente de la gente haciendo extremadamente dificil cualquier cambio. Es una combinación de mensajes complementarios que se constituyen en una maraña de falacias de las que la mayoría parece incapaz de escapar y que yo resumiría en tres puntos:
- El PP y el PSOE son partidos opuestos que representan las dos posibles alternativas de actuación política. En todo en lo que ambos coinciden simplemente no existe alternativa.
- Todos los políticos son iguales. La corrupción y el incumplimiento de los compromisos electorales es consustancial a la política.
- Los responsables de las acciones políticas son exclusivamente los líderes que encabezan las listas. El descrédito ante la acción política de un partido se limpia mediante el cambio de la cara que lo representa.
Estos mensajes nos llegan continuamente por parte de todos los medios de comunicación que se constituyen en elemento primordial para el mantenimiento de status quo. El objetivo último consiste en favorecer la alternancia del PP y el PSOE y la continuidad del sistema, desacreditando toda capacidad de plantear alternativas. En el peor de los casos, se arrastra a la gente al desánimo y el excepticismo antes que a la lucha y la movilización que se consideran imposibles e inútiles.
No será sencillo luchar contra estos dogmas difundidos continuamente de forma más o menos sutil. Constatarlo no nos exime de nuestra obligación de luchar contra ellos si queremos que nuestros mensajes y programas lleguen siquiera a ser considerados. Debemos por otra parte ser conscientes que el cambio no va a llegar de la noche a la mañana.
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