domingo, abril 27, 2014
Quieren más, claro.
Esta semana disfrutamos de un ejemplo más de la prepotencia de las oligarquías que nos gobiernan. Una de las voceras del sistema, la ya famosa Mónica Oriol, se quedó tan pancha declarando como hay trabajadores poco cualificados que "no valen para" y para los que nuestro escuálido salario mínimo es un regalo injustificado.
La señor Oriol se pasó de frenada, y ante la inmediata reacción que sus palabras produjeron, ha recibido pocos apoyos. Su atrevimiento denota sin embargo en que punto estamos en el desmantelamiento de todo avance social conseguido durante el siglo XX. El capitalismo español se encuentra ante el mismo problema que se encontró el PP hace dos años, y es que una vez que has conseguido todos tus objetivos, cuando la victoria es total y ya tienes todo lo que pedías, alguien tiene que ir empezando a poner encima de la mesa una agenda nueva con objetivos nuevos, y el innovar es siempre algo arriesgado.
En el PP algunos empezaron a darse cuenta en los últimos tiempos que las limitaciones que tuvieron que poner a su fascismo nacional-católico para salir de las catacumbas electorales en los 80 pueden ser una restricción autoimpuesta innecesaria, que les impide alcanzar un mayor estado de confort. Conseguido gobernar en todos lados y con un dominio absoluto de los medios de comunicación, su agenda de máximos de los 90 les sabe a poco a los que mantienen la foto de Franco junto a la del neo-santo Wojtyla en la intimidad de su dormitorio. El conservadurismo más modernito se les queda corto y sus ramalazos franquistas e integristas católicos les asoman por costuras que se les han quedado estrechas.
El capitalismo español está más allá de lo que se hubiera atrevido a soñar hace 10 años. Han acabado con los convenios colectivos; han conseguido no ya congelar salarios, sino salir de cada negociación con unos trabajadores indefensos con rebajas salariales pactadas; han reducido drásticamente las indemnizaciones por despido y están ya casi en el entorno de la flexibilidad de contratación total; les siguen bajando las cotizaciones sociales; se ha rebajado drásticamente la recaudación del impuesto de sociedades. En paralelo, la privatización de lo público parece que anda ya en sus últimos escarceos, y despues de la energía y las comunicaciones, se han ido quedando con todo servicio público: desde recogida de basura municipal, agual, mantenimiento, seguridad, etc. La privatización de las pensiones anda en marcha, y la última frontera de la sanidad también va encaminada convenientemente para convertirse en una forma más en que los poderosos de siempre acumulan más y más.
Llegados a este punto solo caben dos opciones. O bien se sale ante la prensa y se dice que ya no se necesita nada más porque ya se ha conseguido todo, o bien se pone uno a pensar en objetivos aún más ambiciosos, y la señora Oriol debe ser de los segundos. Tampoco es que haya que ser un genio para darse uno cuenta que una vez iniciado el camino de ir bajando salarios, el que haya una barrera en forma de salario mínimo resulta un obstáculo a eliminar.
Los angelitos quieren más, porque está en nuestra naturaleza no conformarnos con lo que tenemos. Una vez que nos hemos tragado las jubilaciones a los 67, cada vez oiremos más hablar de jubilaciones a los 70, y cuando estas lleguen se pondrá encima de la mesa la fecha de los 75. Alguno habrá que pida que se sustituya la fecha fija por una variable basada en criterios de incapacidad, de forma que si se te considera apto sigas siendo exprimido, y como alternativa siempre tendrás los planes de jubilación privados si no quieres trabajar hasta que te mueras. ¿Os parece cruel y excesivo? Dadles tiempo y espacio y ya veremos.
Si alguno piensa que la insensibilidad y crueldad de los más ambiciosos tiene un límite, que se lo vaya pensando. El límite se lo tenemos que poner nosotros, y lo más probable es que tenga que ser a base de ostias, porque a estas sabandijas inhumanas solo les va a frenar el miedo, y ahora mismo no lo sienten.
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