Han pasado cuatro años desde el inicio de los sucesivas tandas de recortes y reformas puestas en marcha por el gobierno del PSOE y el PP, y los efectos sobre nuestra economía son ya claramente visibles. El plan se basaba en "eliminar rigideces" del mercado laboral, o dicho en palabras más llanas, abaratar despidos y bajar salarios, de forma que nuestras empresas ganaran competitividad internacional (devaluación interna) en un entorno en que ya no se puede devaluar la moneda. Con costes laborales más bajos, la demanda externa tiraría de la economía, y se crearían los necesarios puestos de trabajo, entrando en una senda de recuperación ligada a las exportaciones (no ya a la construcción) y que debería ser sostenible en el tiempo. En paralelo, se pusieron en marcha medidas de recorte de gasto público y aumento de la imposición indirecta en busca del equilibrio presupuestario.
Según el gobierno, las medidas ya están dado sus frutos, y ya acumulamos un año de leve repunte laboral y tasas de crecimiento del PIB positivas, unido a una rebaja del déficit que nos ha permitido evitar el rescate. Tenemos datos que nos permiten evaluar si este triunfalismo está justificado, y atisbar si nos encaminamos como dicen hacia una recuperación económica y del empleo sostenidos.
Empecemos por confirmar el éxito de las reformas laborales de los gobiernos de Zapatero y Rajoy en su búsqueda de las rebajas salariales. Los datos indican que la resistencia tradicional en España a rebajar salarios se ha roto por fin y hemos acumulado tres años de descensos cercanos al 2%, descenso que se ha convertido en congelación en el último año.
El efecto de estas medidas en la creación de empleo resultan sin embargo poco alentador en su conjunto. En estos cuatro años hemos perdido más de un millón de afiliados a la SS, y aunque es cierto que se produce cierto repunte en el último año, los datos confirman que el paro registrado baja más por el desánimo y el abandono del mercado de parte de los trabajadores, que se sigue destruyendo empleo indefinido, y que los empleos creados en los últimos meses lo ha sido con contratos a tiempo parcial.
Este nuevo modelos de mercado laboral al que nos encaminamos, con salarios inferiores y en condiciones precarias, era el precio a pagar para recuperar la economía. ¿Estamos ya en esa senda? Pues si, y no, los datos son contradictorios.
- El PIB crece por fin, si bien a tasas del 0,5% anual, hemos pasado de recesión a estancamiento.
- El déficit exterior se ha convertido en superavit, si bien el último año la tendencia parece haberse frenado, lo que pone en duda si volveremos a caer en cifras negativas en cuanto la recuperación económica se produzca.
- El consumo se recuperan algo, aunque estamos aún lejos del punto de partida en 2010, como indican las cifras de matriculación de vehículos y los índices de producción industrial.
No parece pues que la luz al final del túnel sea muy luminosa, máxime cuando el entorno internacional que nos ha ayudado recientemente parece anunciar tormenta, tras haberse dedicado los gobiernos a re-hinchar todas las burbujas que estallaron en el 2007. Una nueva crisis financiera con efectos en el crecimiento global, que algunos vemos como inevitable, nos volvería a hundir cuando apenas parece que conseguimos respirar un poco.
Más claro resulta determinar quienes están ganando con el nuevo modelo económico. Pese a los casi 300 mil afiliados a la SS más en el último año, la masa salarial cobrada por los trabajadores sigue bajando producto del descenso en los sueldos. Los trabajadores hemos perdido un 17% de nuestras rentas desde que empezaron los ajustes, y la porción del PIB dedicada a salarios más de 4 puntos (un 10%), nos han subido los impuestos y nos han bajado las prestaciones sociales, lo que se dice "hacer un pan como unas tortas". Para los trabajadores, recuperación ninguna, pero para las rentas del capital esto está siendo un negocio redondo.
Evidentemente, este modelo tiene efectos devastadores en los índices de bienestar social que siguen deteriorándose.
Con gran parte del país que ve mermados sus ingresos, uno se pregunta en qué se basa la tímida recuperación del consumo. Pues como datos no faltan, estos dos nos dan una idea de por donde van los tiros.
Parece ser que la campaña de triunfalismo económico mediático que nos inunda ha conseguido que las expectativas de la población respecto al futuro económico mejoren. A falta de renta, se tira de ahorro, que se ha reducido a la mitad desde que empezaron las reformas, y que ha alcanzado tasas negativas por primera vez en el último trimestre. No es evidente que estemos mejor, pero si nos lo creemos, y en el camino estamos por la labor de romper un poco la hucha. No estoy convencido de que se pueda vivir de expectativas por más que se empeñe el gobierno y sus voceros, por lo que creo que estamos abocados a una dosis de realidad a corto plazo.
No puedo acabar el repaso a estos datos sin echar un vistazo al estado de las finanzas públicas, motivo esgrimido para los numerosos recortes en servicios sociales y las denostadas subidas de impuestos. A este respecto, los resultados no pueden ser más decepcionantes tras haber aumentado la deuda púbica en más de 30 puntos del PIB.
Si excluimos las ayudas a la banca, el déficit se ha reducido en poco más de una cuarta parte, y nada en el último año en el que la proximidad de las citas electorales parece haber frenado al gobierno en sus recortes. Resulta difícil de creer que, faltando más camino del que llevamos en el objetivo de rebaja de déficit fijado por la Unión Europea, pueda el gobierno cumplir sus desesperados anuncios de rebajas fiscales para el año que viene.
En resumidas cuentas, y para acabar este largo mensaje, concluyo con mis propias conclusiones a la luz de todos los datos.
- Existe una leve recuperación económica ligada a un contexto internacional relativamente positivo (ejemplo sería el buen comportamiento del turismo), a una mejora de las expectativas de los consumidores, y a un receso en las políticas de recortes.
- Dicha recuperación apenas se refleja en el empleo, que sustituye puestos fijos y a tiempo completo por empleos temporales y a tiempo parcial.
- La mejora del déficit exterior ha sido evidente. Sin embargo dicha mejora parece titubear en cuanto la economía empieza a recuperarse, y está por ver que se llegue a consolidar.
- Se está produciendo un ajuste en la distribución de la renta en contra de los trabajadores que ven sus salarios disminuir. Los indicadores de bienestar social siguen deteriorándose.
- Las expectativas de los consumidores suben fuertemente, pero a falta de base sólida ni a nivel de contexto internacional ni a nivel de economía nacional, su efecto difícilmente perdurará.
En resumen, parece que hemos dejado de caer si bien a un precio de bienestar social brutal, mientras que las perspectivas a corto plazo distan de ser demasiado halagüeñas. Una vez más me viene a la cabeza la famosa frase de Groucho Marx.
"Partiendo de la nada y con nuestro sólo esfuerzo, hemos llegado a alcanzar las más altas cotas de miseria."
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