Supongo que a estas alturas todos sabemos lo que es un esquema de Ponzi, tambien conocido como fraude piramidal. El invento es de un americano-italiano que con la excusa de ganancias en sellos montó un fraude a principios de siglo pagando los supuestos beneficios de los inversores antiguos con el dinero que aportaban los nuevos. Es un “timo” que se repite insistentemente y que tiene exponentes recientes como los de Forum Filatélico y el famoso caso Madoff.
Hace unos meses, cuando salió el caso Madoff llegué a la conclusión que nuestra economía se había sustentado en un enorme fraude piramidal, pues las burbujas financieras e inmobiliarias no dejan de ser más que gigantes esquemas de Ponzi en los que todos ganan mientras se sigue inyectando dinero, pero en los que cuando el crecimiento se para y los inversores buscan recuperar su dinero se dan cuenta que sus beneficios no eran más que humo.
Esta crisis financiera que nos acongoja tiene dos posibles salidas. La primera es sanear el sistema reconociendo las pérdidas de los participantes que no se han ido a tiempo. Así en EEUU la vivienda se ha devaluado un 30 o 40%, y se piensa que aún tiene recorrido a la baja. Los estafados son principalmente los propietarios de vivienda que compraron tarde e indirectamente las entidades financieras que prestaron dinero a estos y se encuentran con que no tienen activos que respalden su crédito. A fin de paliar sus pérdidas, el poder financiero se ha encargado de que el estado compre tan dudosos activos, de forma que los pobres trabajadores contribuyentes acaban pagando el total de la cuenta. Para que la gente trague, ha sido necesario que durante el final del 2008 se pintara un panorama económico apocalíptico que forzaba a salvar a la banca, esta vez bajo la promesa de mayor regulación que evite los excesos actuales. Como dice el popular dicho “prometer, hasta meter” y una vez puesta la pasta la regulación prometida va quedando en el olvido.
En España optamos por una salida mejor. Negamos la mayor y tratamos de convencer a la gente que la pirámide no ha existido, que la vivienda no baja o bajará poco. Los bancos se niegan a reconocer las pérdidas a la espera de que la burbuja reaparezca, pero lamentablemente eso no va a ocurrir. Para los que entienden el Inglés recomiendo leer el escalofriante pero en mi opinión atinado análisis que hace Investors Insight sobre el sector bancario español con el clarificador nombre de
España: El agujero negro en el balance europeo.
Hasta aquí el problema ya era grave. Pero el tema ha afectado a la llamada economía real. De repente buena parte de la riqueza se ha desvanecido lo que como es natural afecta al consumo. Además, ante la magnitud del golpe la confianza se ha desvanecido. Como consecuencia, la gente no compra por miedo a perder el empleo, las empresas no invierten por miedo a no vender lo que producen, y los bancos no prestan por miedo a que no les devuelvan lo prestado, lo que a su vez contrae más el consumo. Es lo que se entiende como una crisis de confianza
Ante esta medida los estados se han olvidado de aquello del límite de endeudamiento y han decidido tomar el papel de los consumidores con incentivos a la compra de coches, obra pública, subsidios, etc. De momento se endeudan hasta las cejas con el fin de que las expectativas negativas se transformen en positivas, y la economía vuelva a crecer. Cuando esto ocurra ya se verá como recuperar lo ahora gastado (¿adiós a lo que queda del estado social?). Como el tema va de expectativas, se sazona todo con dosis masivas de propagandisticos “brotes verdes”. Es la salida keynesiana de la crisis que tan buen resultado parece haber dado para salir de la gran depresión de los años 20. Colorín colorado, esta crisis se ha acabado….
Sin embargo algo parece no funcionar. La medicina keynesiana, ingerida en dosis tan masivas que sus efectos secundarios serán de por si complejos, de momento apenas parece reanimar al enfermo y lo mantiene en estado crítico. Algo se queda fuera en toda esta explicación, y este algo no es otra cosa que el papel del crédito en el sistema.
Nuestro consumo se ha estado basando en un crédito que los bancos han dejado de dar (por más que el estado les haya inyectado cantidades ilimitadas de fondos para prestar y haya bajado su coste a cero). En lugar de prestar el dinero recibido a gente y empresas cuyo nivel de endeudamiento ya parece por encima de lo aceptable, se utilizan los fondos generosamente obtenidos en inversiones especulativas. Así en los últimos meses, tras una inicial recuperación de los valores bursátiles bancarios merced a las ayudas estatales recibidas, la bolsa se ha lanzado a una subida imparable devolviéndola casi a niveles anteriores a la crisis. En paralelo sube el coste de las materias primas, el del oro, el del petróleo… Nada se ha aprendido, pero es que en el juego de la especulación tan tonto es el que entra cuando la nueva burbuja va a estallar, como el que no entra y deja de aprovechar los estupendos dividendos que durante la fase de expansión se están dando.
Los gobiernos se hacen los locos con la esperanza de que tanta efervescencia financiera convenza a los consumidores de que los buenos tiempos han vuelto y nos encaminamos a un nuevo crack en un ejemplo de hasta que punto de estupidez pueden llegar los políticos que nos gobiernan y de avaricia los que realmente nos mandan
La pregunta es ahora: ¿tendrá éxito esta estrategia? Para responderla hay que volver a mirar el papel del crédito en nuestro sistema.. En las últimas décadas, el nivel de crecimiento se ha mantenido a costa de aumentar exponencialmente el nivel de endeudamiento de los consumidores. El sistema capitalista-consumista en que vivimos se enfrenta a la contradicción entre la necesidad de mantener los salarios bajos para que se generen beneficios, y la necesidad de fomentar el consumo de estos mismos trabajadores mal pagados. La solución ha pasado porque los beneficios obtenidos se reinviertan en prestar dinero a los asalariados. Sin embargo estos se ven obligados a devolver los préstamos con intereses, lo que obliga a contraer deudas cada vez mayores. El tema obviamente no puede seguir indefinidamente, y cuando los prestamistas empiezan a desconfiar nos encontramos con que todo el sistema no dejaba de ser de nuevo un inmenso esquema de Ponzi global. Si esta explicación te parece atinada, felicidades, has descubierto tu lado marxista.
Tampoco había que ser una lumbrera, bastaba con darse cuenta de que un sistema basado en el crecimiento infinito es, por definición, imposible. Como hasta los economistas tenemos un límite en nuestra estupidez, lo que antes eran posturas defendidas por desacreditados economistas alternativos, se ha convertido en opinión bastante generalizada por parte de todo economista serio (no incluyo obviamente a los propagandistas a sueldo del neoliberalismo). Para muestra un ejemplo en este interesante artículo de The Pragmatic Capitalist titulado
Después del boom llegará la quiebra (de nuevo en Inglés).
Así pues volviendo a la pregunta de si por este camino vamos a salir de la crisis, la respuesta es… depende (para algo soy economista yo también). Es posible que con suficiente esfuerzo se consiga recuperar una burbuja crediticia que saque temporalmente a flote a un sistema condenado. Lo que es seguro es que si tal cosa sucede será simplemente para volver a provocar una crisis de aún mayores dimensiones en un plazo relativamente corto.