Mañana empieza el otoño. Se acabó la fiesta del verano, el futbol, los juegos olímpicos y las vacaciones. La gente vuelve a una realidad dominada por una combinación de enfado y resignación mientras la oligarquía ultra-liberal que nos gobierna golpea con rutinario sadismo recortando trozo a trozo los pocos elementos que nos van quedando de justicia social.
Esta parece una convocatoria de calentamiento, lo que puede ser un primer paso en un camino aún borroso pero por primera vez desde que empezó la crisis parcialmente perceptible. Los grandes sindicatos parecen haber aprendido que no son ya vanguardia social y que tienen mucho camino que recorrer para recuperar algo de prestigio. Su decisión de que esta vez serán uno más entre las fuerzas que se movilicen inmunizará a las movilizaciones de las habituales críticas contra todo lo que protagonizan.
El 15-M también parece que va mutando de la protesta vacía y sin hoja de ruta a la convergencia con aquellos que estábamos ya en esta lucha hace tiempo. Su relativo apolitismo (a mi entender infantil) se va diluyendo y parece que vayan tendiendo más a sumar y a compartir, mientras que sus formas de funcionar horizontales van permeando en las viejas organizaciones. La idea de que hay que apearse del burro y juntar fuerzas parece que gana impulso en todos los que nos oponemos al sistema actual y llega en el perfecto momento de cara al congreso de IU de final de año. Como decía, creo que el camino que hay que recorrer es muy largo, pero por fin parece que se vislumbra el principio del mismo.
En cuanto a el grado de malestar social, mañana será un buen día para pulsarlo. Es una cuestión de tiempo en cualquier caso, porque los zarandeos que nos ha dado la crisis hasta ahora tiene pinta de ser solo el aperitivo de lo que viene. Grecia y Portugal nos abren camino y nos enseñan un futuro muy negro, y personalmente no creo que la gente en España tenga la misma capacidad de aguante. Esto va a ir a más, y los rezos al dios del capitalismo que nuestros perdidos dirigentes hacen no es previsible que funcionen.
Mañana pues se pueden abrir distintos escenarios. Una convocatoria importante del orden de las que se han venido produciendo antes del verano nos ayudará a desperezarnos a la espera de los acontecimientos de lo que será un largo otoño. Sin embargo la multitudinaria manifestación de la Diada, y su enorme impacto en el discurso público al respecto de la independencia de Cataluña nos recuerda que, pese a lo que se dice, la calle tiene una influencia enorme en el devenir político que se juega en los despachos. Una movilización masiva pondría al gobierno en una posición muy complicada mientras los descuartizadores del estado social preparan su nueva tanda de medidas.
Que empiece el juego.
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