Hasta recientemente me sorprendía como todos ante el estúpido empecinamiento por mantener políticas que solo provocan que la situación degenere. Siguiendo la explicación más al uso, estaba convencido de que es el obstinamiento ortodoxo alemán y los beneficios obtenidos por este país a corto plazo, los que dictaban la toma de decisiones. Es evidente que los políticos suelen pensar de forma electoralista y por tanto de cara al corto plazo, pero la irresponsabilidad de la conducta de Merkel al exigir una integrista y suicida política de austeridad a un número creciente de países me resultaba extrañamente irracional, cuando la propia Alemania parece que empieza a sufrit en su propio PIB el resultado de estrangular a sus clientes sureños.
Hablo en pasado, porque esta semana entro en mi cabeza una inquietante idea que me susurra una explicación alternativa y mucho más preocupante. Dicha idea surgió cuando leí en el periódico que ha habido denuncias judiciales al gobierno Griego del PASOK por inflar los datos de déficit, con el objeto de facilitar la imposición de medidas de recorte social. Aunque nada nos sorprende de nuestros gobernantes, es importante destacar que con toda seguridad dicha manipulación costó a los griegos muchos millones de euros en mayores tipos de interés.
Asistimos estos días en España a una guerra total por parte de los voceros de las oligarquías económicas contra todos los aspectos del estado social. Las úlitmas trincheras, constituidas en torno a la educación y sobre todo la sanidad pública, algo intocable hace poco tiempo, se enfrentan a ataques en forma de propuestas de copago y privatización que nadie se hubiera atrevido a plantear hace tan solo unos meses. Y ya de paso, aunque tenga nula relación con la deuda pública, se prepara un nuevo asalto a las condiciones laborales que tiene como más preciado botín el fin de la negociación colectiva. Todo esto es posible ante la amenaza de unos tipos de interés de la deuda desorbitados que nos acercan a la quiebra, lo que ha cultivado un estado de alarma cercano al shock, que mantiene desconcertada a la opinión pública.
Si pensamos por tanto que la inoperancia e ineptitud de nuestros gobernantes económicos están ayudando a crear las condiciones que permiten desmantelar el modelo social, dicha ineptitud empieza a parecernos premeditada y dolosa. Dado que por mi parte nunca les he considerados estúpidos ni ineptos, sino más bien faltos de escrúpulos defensores de ideologías económicas ultraconservadoras, al servicio de los intereses de los oligarcas financieros, es a mi al que se me empieza a poner una creciente cara de tonto. Y una vez que llego a este punto, analizo de forma diferente las fluctuaciones de la prima de riesgo, que por casualidad aprieta a unos países u otros de forma que se me antoja convenientemente coordinada de la mano de las selectivas compras de deuda por el BCE.
Así pues, mi lado más paranoico me muestra un plan premeditado para fomentar la crisis de deuda como herramienta para imponer al extremo las políticas neoliberales, aún a costa de dañar una economía de una Eurozona que vuelve a entrar en recesión. Como integristas que son, no les importa el daño que causen con tal de imponer sus creencias a los infieles. Los recientes cambios políticos constituirían por tanto un auténtico golpe de estado premeditado, y no una negativa deriva de unos hechos económicos desgraciados.
Y siguiendo por ese camino, el razonamiento me lleva a un punto mucho más preocupante. Si el dolor económico que sentimos es en buena medida auto-inflingido, y si la ciudadanía carece de capacidad de resistencia (como la mayoría absoluta del PP en España indica) para evitar la puesta en marcha de la hoja de ruta de recetas ultraliberales, es de esperar que una vez conseguidos los objetivos, se retire el castigo. En una población ignorante de como se mueven los hilos económicos, quedará grabado el pensamiento condicionado, identificandose en el subconsciente colectivo la protección social y estado de bienestar con crisis de deuda y sufrimiento económico, lo que trataría de solidificar la doctrina neoliberal como verdad incuestionable por un largo plazo. Este podría ser el objetivo último y más retorcido del plan en marcha.
Y lo más preocupante es que cuanto más lo pienso, más me convenzo de que mi lado paranoico está en lo cierto, y de que el plan tiene todos los visos de funcionar.
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