En los últimos días asistimos a un crecientemente acalorado debate dentro de IU al respecto de los cambios que hacen falta en la organización para afrontar las cruciales próximas citas electorales, debate en el que las relaciones con PODEMOS constituyen un elemento central. Los primeros anuncios al respecto de cambios han creado fuertes respuestas internas por parte de gente relevante en la organización (Paco Frutos por poner un ejemplo), para los cuales el cambio de rumbo supone una amenaza para el proyecto político que todos defendemos. Vaya por delante mi respeto hacia gente como el propio Paco Frutos, un respeto que es compatible con un total desacuerdo hacia sus puntos de vista en este tema.
Se argumenta por parte de un sector que podríamos llamar “inmovilista” (sin ánimo de menosprecio alguno), y cuyas posturas en la cúpula de nuestra organización eran hasta hoy mayoritarias, que la trayectoria que parece tomar IU, abrazando algunos de los principios de los que ha hecho gala PODEMOS, sería un peligroso ejercicio de oportunismo político. Se lamentan que se abandone una trayectoria sólidamente consolidada durante largos años para aventurarse en caminos que rozarían el populismo, y que tal movimiento se haga como consecuencia de un resultado coyuntural cuya consolidación futura es incierta. Entiendo que existe preocupación de que el abandono de formas organizativas y cambio de lenguaje en busca de ampliar la base electoral (tal como PODEMOS ha hecho) suponga de facto el abandono del propio contenido político, en un proceso parecido al que llevó al Partido Comunista Italiano a convertirse en un partido socio-liberal más. No les falta razón a nuestros compañeros en cuanto a su desconfianza, porque no hace falta irse al PCI para encontrar ejemplos de “renovadores” surgidos en el entorno de IU cuyo acomodo final ha sido engrosar las filas de un PSOE en su versión más liberal. La tentación de dejarse ideología por el camino con el objeto de obtener poder es un riesgo siempre presente, y toda vigilancia al respecto es poca, especialmente cuando a los dirigentes parece atraerles irresistiblemente la posibilidad de obtener un sillón (incluso ministerial, ¿verdad Rosa Aguilar?), desde donde por fin tocar poder.
El problema de nuestros compañeros, es que su precaución les está convirtiendo en conservadores, y mantenernos inmóviles en el fracaso es tan peligroso como tomar una senda equivocada. Pretender mantenernos como puristas guardianes de las esencias (hablamos de lenguaje y organización, no de propuestas políticas), condena a IU a una marginalidad a la que parecemos habernos acostumbrado, mientras dejamos que sean otros los que protagonicen los cambios que nuestro sistema político necesita y que la gente ahora por fin pide. El miedo a que la operación PODEMOS acabe siendo la forma en que el poder prepara un PSOE versión II, que permita frenar a una Izquierda Unida que resulta mucho más amenazante, puede convertirse en una profecía auto-cumplida. Sin la implicación de los militantes de IU en el nuevo espacio político que se ha abierto en la izquierda, autoexcluyéndonos y posicionándonos como competidores, dejamos al entorno PODEMOS más susceptible de convertirse en una herramienta desideologizada y anti-política tipo Movimiento 5 Estrellas, o en ese nuevo PSOE que el sistema necesita, algo que por cierto dista mucho de las intenciones expresadas repetidamente por los fundadores del nuevo partido.
Parte fundamental del problema consiste en la reticencia de alguna gente en IU a entrar en el juego del marketing electoral, como si utilizar las herramientas a nuestra disposición para maximizar el resultado de las elecciones tuviera algo de poco ético. Resulta una postura quijotesca inexplicable, porque damos ventaja a nuestros enemigos políticos a los que dejamos que se aprovechen de técnicas que tienen una efectividad comprobada. Cuando algunos defendíamos que Marina Albiol debía haber sido nuestro cabeza de cartel en las europeas, por tener claro que el electorado espera una renovación generacional, dicho movimiento no suponía ninguna traición a ningún principio, tan solo buscar entre nuestras filas a la persona más adecuada para ejercer un papel concreto. Pablo Iglesias, Errejón y Monedero lo tenían muy claro, hablando un lenguaje que la gente entiende, ofreciendo un esquema organizativo que apela a la participación y alejándose de etiquetas para defender un contenido político que es en realidad similar al nuestro, tuvieron éxito donde nosotros siempre fracasamos. Debemos dar las gracias que con su iniciativa se hayan recuperado para la izquierda muchos votos que en nuestra cerrazón nosotros habíamos despreciado. Si el grupo de la Izquierda Europea tiene ahora 11 diputados españoles es en buena medida gracias a su acertado diagnóstico.
Me chocan las acusaciones que algunos en IU hacen a PODEMOS de ser una operación montada por la derecha, cuando los mensajes que yo he oído de boca de sus cabezas visibles resulta más nítidamente críticos con el sistema del que oigo habitualmente a alguno de nuestros líderes. Y algo tienen que estar haciendo bien cuando hablar de cosas como la nacionalización de sectores estratégicos suscita tantos apoyos cuando lo expresa Pablo Iglesias, como suspicacias cuando lo dice Cayo Lara. Debo además confesar que, puestos a desconfiar de intenciones ocultas, me fío más del compañero Pablo que de alguno de nuestros propios líderes.
Cuando surgió el 15-M, hubo sectores puristas dentro de IU que despreciaron un movimiento cuya orientación ideológica era cuando menos confusa. Afortunadamente hubo muchos de nuestros afiliados que tuvieron menos reticencias y participaron codo con codo con el resto de gente del movimiento, y creo que eso contribuyó positivamente a su evolución. Ahora que PODEMOS parece haber encontrado la forma de canalizar ese movimiento al servicio de un programa político equiparable al nuestro, algunos mantienen su escepticismo y reticencias. Si a estos compañeros los cambios que ahora se anuncian en nuestra organización les huele a la deriva que sufrió PCI, a otros su inmovilismo nos recuerda a la postura del Partido Comunista Griego, que en su dogmatismo puede ser un elemento fundamental para evitar que la Syriza rompa con el bipartidismo en su versión helénica.
Señores, llevamos años siguiendo en un rumbo que no nos ha llevado a ninguna parte. Entiendo vuestras reticencias, pero eso no puede ser excusa para negarse a intentar fórmulas nuevas que nos saquen del fracaso habitual, especialmente cuando las circunstancias nos ponen ante una oportunidad histórica. El inmovilismo en las posturas es incompatible con la cacareada confluencia que todos decimos defender. Si pensamos que dicha confluencia consiste en que todos se acomoden a nosotros y en seguir haciendo lo de siempre, acabaremos perjudicando a una IU que puede acabar en la irrelevancia, y lo que es peor, podemos acabar resultando un problema para la causa que defendemos.
Si vuestros temores se confirman y el nuevo rumbo nos hace derivar hacia un abandono de nuestros principios ideológicos, podéis contar conmigo para ponerme en frente a vuestro lado, pero mientras tanto no creo que sea tanto pedir que deis una oportunidad a nuevas estrategias antes de iniciar una oposición que puede acabar siendo una pura y humana resistencia al cambio.