lunes, julio 24, 2017

Un pobre acuerdo de gobierno con el PSOE es incluso peor que un gobierno del PP






Una vez más, la izquierda alternativa se encuentra en la encrucijada de resolver el dilema de su relación con el PSOE. Una vez más, cuando la cosa se pone desesperada, el PSOE nos ofrece sacar adelante alguna de nuestras medidas bajo el chantaje de usar nuestro rechazo para marcarnos como intransigentes y poco razonables extremistas, responsables de que acaben gobernando esa derecha post-franquista que representa el PP. No es de extrañar la tentación de sucumbir, bajo la aparente evidencia de que siempre será mejor apoyar a un tibio PSOE que acabar permitiendo que gobierne la derecha. Yo francamente me quedo con la segunda opción, arriesgada, peligrosa, cruel y dolorosa como es. Me explico:

Vivimos en un mundo tan cíclico en la política y la economía, como es la propia naturaleza. A un ciclo de gobierno del ala progresista del sistema sigue inexorablemente un ciclo de gobierno del ala conservadora. El sistema se basa en un monótono turnismo que ofrece una apariencia de cambio cuando la frustración de la gente supera su natural tendencia a no arriesgar lo que ya tiene. A un invierno conservador sigue un deshielo progresista que permite recuperar lo perdido antes de que un nuevo invierno se nos eche encima. A largo plazo, subyacen junto a esos ciclos cortos, otros más largos, que determinan si entre inviernos y veranos el hielo de la injusticia social acaba por avanzar o retroceder. Un invierno conservador de tan solo una legislatura puede ser corto, pero extremadamente agresivo, llevándose por delante avances sociales que costaron décadas. Un verano progresista puede ser largo, pero tan tibio en sus avances sociales que no nos permita recuperar el espacio perdido durante la fase previa. Lo que determina si en el ciclo largo se produce avance social no es solo la duración de las distintas fases cortas, sino su intensidad.

Lo que determinamos cuando aceptamos un acuerdo de mínimos con el PSOE es el techo de nuestras aspiraciones en esta fase corta del ciclo. Tras un periodo extremadamente agresivo de pérdida de derechos y libertades, apoyar unas pequeñas mejoras puede sin duda atraernos simpatía entre esas capas de la población que teme cambios radicales. Podemos además lograr un respiro en el acoso mediático por parte de esos poderes económicos y que nos gobiernan en la sombra. El precio que se pagará no será solo la renuncia a luchar por objetivos más ambiciosos en un momento histórico en que la correlación de fuerzas era la más ventajosa desde hace décadas, sino que traerá consigo la desmovilización y frustración entre esa parte de la población comprometida con un cambio más profundo.

Ellos saben que hay veces que hay que aflojar y ceder para evitar que la tensión provoque rupturas. Ellos manejan el ciclo largo, que es el que realmente acaba importando, mientras nos tientan ofreciéndonos un ciclo corto de pequeñas mejoras. Cuando las circunstancias sean favorables, volverán con energías renovadas a llevarse por delante los pequeños avances conseguidos y darnos una vuelta de tuerca más en la explotación e injusticia social.

No ceder al chantaje de un acuerdo de mínimos no es algo fácil de gestionar. Sin embargo, ceder no es más que aceptar una derrota a largo plazo, y hacerlo sin llegar a luchar.