domingo, junio 30, 2013

Economías enfermas y economías parasitarias (II). La salud del parásito es la enfermedad del huesped.


En la primera parte de esta entrada trataba de explicar como las economías capitalistas entran en crisis cuando la demanda no es capaz de consumir la producción (Economías enfermas y economías parasitarias (I)). Argumentaba también que este proceso es inevitable debido a que la riqueza se acumula en manos de los capitalistas y no se encuentran compradores suficientes para los productos generados.

Como explicaba en dicha entrada, desde los años 80 se produjo en las economías occidentales un exponencial crecimiento de la deuda privada, la única salida que permitía que la producción fuera vendida a trabajadores que no ganaban suficiente. Quería centrarme en esta segunda parte en el hecho de que este proceso no ha sido homogéneo mundialmente. Existen economías más competitivas y que generan excedentes superiores que otras, siendo por tanto las que se enfrentan con mayores desequilibrios entre producción y consumo.

A finales de los años 90, tras la re-unificación, a los empresarios capitalistas alemanes se les presentó una oportunidad única. Con la llegada de nuevos trabajadores bien cualificados procedentes de la Alemania del este se dispuso de mano de obra barata que permitió mantener a raya las demandas salariales de los trabajadores. Con salarios reales en descenso y productividad en ascenso, los empresarios alemanes se encontraron con grandes márgenes de beneficio potenciales para su capacidad productiva. Toda esa producción necesitaba compradores, y los países del sur de Europa constituyeron los objetivos adecuados una vez que los tratados europeos y la moneda única les dieron un acceso sin impedimentos a sus mercados.  El efecto del proceso se puede ver en este gráfico que refleja la evolución del déficit comercial (diferencia entre importaciones y exportaciones) de España y Alemania.

Porcentaje del PIB. Fuente Eurostat.

En resumen, la producción generada por los trabajadores mal pagados de Alemanía se vendió en el sur de Europa, para lo cual era necesario previamente prestarles el dinero necesario. El prestamista era el capitalista Alemán y de otros países europeos, que exportaban sus desequilibrios internos a países menos competitivos. Países que como España accedieron de forma inocente a abrir sus fronteras de forma permanente mediante la adopción de tratados europeos los cuales se manejan en estructuras no democráticas contra los cuales la ciudadanía poco puede hacer para defenderse. La guinda de esta estructura la constituye el BCE, el cual mantuvo tipos impositivos bajos que aumentaban un apetito de crédito que beneficiaba a los productores centro-europeos.

Como país nos mostramos inmensamente ingenuos pensando que detrás de los tratados europeos subyacía una solidaridad continental que llevaría a la convergencia económica. Entregadas nuestras armas económicas, sin capacidad de realizar políticas comerciales que defendieran a la industria local y sin capacidad de devaluar la moneda en el entorno del Euro, vemos ahora como se nos acusa como país de haber vivido por encima de nuestras posibilidades, algo que no parecía problemático mientras comprábamos locomotoras de alta velocidad, maquinaria de construcción y vehículos alemanes.

La adopción de medidas de contención salarial en países como Alemania está en el origen de los desequilibrios que afectan a Europa. En lugar de hacer sus deberes y corregir sus desequilibrios, su economía se ha comportado como un parásito que engorda a base de debilitar a las economías de los demás países. Sin embargo ese proceso no hubiera sido posible en países como el nuestro sin la complicidad de las propias oligarquías locales que se llevaban su parte del festín.

En la situación actual, pretender que todos los países adopten la estrategia alemana resulta simplemente estúpido, porque Alemania presenta desequilibrios muy graves que solo resuelve desequilibrando a sus vecinos. Como un parásito, su salud solo es el reflejo de su éxito para engordar a costa de sus vecinos, lo que obviamente dista mucho del discurso que se nos quiere vender.

domingo, junio 23, 2013

Economías enfermas y economías parasitarias (I). Un sistema que tiende al desequilibrio.


Que las economías europeas no andan bien es algo que nadie niega. Las hay que parecen vadear mejor la crisis con tasas de crecimiento débiles como ocurre en Alemania, tasas que en otros tiempos se hubieran calificado como de estancamiento, pero que por comparación nos parecen a otros envidiables. Parece lógico que los ojos se vuelvan a Alemania como modelo a seguir, y en esas estamos en lo que algunos denominan acertadamente el "austericidio". Otros economistas plantean visiones diferentes y apuntan a Alemania como fuente del problema más que de la solución. Parece paradójico que la economía que menos parece sufrir se identifique por algunos como el auténtico foco de la enfermedad, pero esa interpretación resulta muy acertada si se tienen conocimientos económicos básicos.

Pidiendo disculpas anticipadas por el rollo económico, dedicaré un par de entradas a cuestionar del mito de que economías como la alemana están teniendo que, sacrificadamente, sostener a las de sus vecinos pobres del sur, y trataré de argumentar como en realidad se comportan como parásitos que se sostienen a base de exportar sus desequilibrios a los demás.

Economías en equilibrio

Para desarrollar esta explicación necesito compartir aquí unas nociones muy básicas de macro-economía, que es la parte del pensamiento económico que estudia la economía de los países. Creo que, como casi siempre, despojado de tecnicismos los conceptos son sencillos y fáciles de comprender.

En todo sistema económico existen unos productores y unos consumidores. La economía funciona en equilibrio mientras que todo lo que se produzca se consuma, y entra en crisis cuando esto no es así. Cuando hablamos de consumo en sentido amplio estoy incluyendo lo que denominamos inversión, que no es más que un tipo de consumo realizado por la empresa para mejorar la producción futura.

En una economía capitalista, la producción se hace por manos privadas en busca de un cierto beneficio. Ese beneficio es lo que Marx denomina plusvalía, diferencia entre el valor de lo producido y los costes causados. El sistema funciona bien en principio y, con independencia de si es justo o no, es sostenible siempre que el empresario capitalista consuma (o invierta) ese beneficio o plusvalía.

A modo de ejemplo, si para producir lo necesario para vivir 10 personas se necesitan solo 8, el capitalista puede dedicar la producción extra a pagar a un criado que le haga vivir mejor y a un albañil que le amplíe su casa. También puede poner a dos personas a mejorar su fábrica para que el año que viene solo necesite 7 empleados para producir lo necesario para 10. Puede por último ser generoso o ser presionado por los trabajadores para que les aumente su salario y que ellos mismos consuman el excedente. En todos estos casos el sistema mantiene su equilibrio entre producción y consumo.

Lo que la economía capitalista no puede permitirse es que parte de lo producido se quede sin consumir, porque entonces el empresario decidirá despedir un empleado y ahorrarse los costes de una producción que luego no va a vender. Esto genera un círculo vicioso, porque el trabajador desempleado no gana dinero y no puede consumir, por lo que la demanda baja y se entra en una espiral de nuevos despidos y nueva caída de producción.

Distribución de la riqueza y exceso de beneficios

Es importante también entender el papel que juega en el sistema la inversión. En las economías capitalistas competitivas, los empresarios tienden a invertir parte de sus beneficios con el objeto de mejorar su producción y poder bajar los precios sin dejar de obtener beneficio. La innovación produce aumento de producción y la disponibilidad de una mayor cantidad de bienes. De como se repartan esos bienes en la sociedad dependerá el grado de justicia social del sistema, pero una vez más insisto que no estoy hablando ahora de justicia, sino de equilibrio, y todo seguirá funcionando bien en la medida en que todo lo que se produzca se consuma, que es la regla básica del equilibrio económico. Que haya gente que se forre y gente que pase penalidades no rompe el equilibrio, siempre que quienes más ganen gaste esos ingresos o los re-invierta. Lo que es un veneno mortal para el sistema (contrario a lo que el saber común seguramente entiende) es la austeridad y el ahorro no re-invertido, porque en ese caso entraremos en la espiral de despidos y bajada de demanda a la que me refería antes..

En nuestro sistema capitalista, existe una lucha política continua entre los trabajadores y los empresarios por ver quién se lleva una parte más importante del pastel de la producción. Desde los años 80, las estadísticas macro-económicas nos demuestran que los capitalistas andan ganando esta guerra a los trabajadores, y cada vez obtienen una parte más grande del pastel. El problema es que esta parte se vuelve mucho más de lo que estos privilegiados pueden llegar a consumir, incluso con un gran desarrollo de la industria del lujo como el que vemos.

Fuente Blog Pijus Económicus

Que baje la proporcion de rentas del trabajo no quiere decir necesariamente que empeoren las condiciones de vida de la mayoría trabajadora, dado que los fuertes incrementos de productividad pueden dar para mantener e incluso aumentar el nivel de consumo de estas mayorías aunque baje su proporción de los ingresos totales. La teoría económica dominante defiende que favorecer los beneficios empresariales es favorecer la re-inversión de esos excedentes, de forma que la productividad aumente y la tarta crezca para todos.

Aunque esta teoría es cuestionable, y sus consecuencias sociales puedan considerarse injustas, no voy a dedicar tiempo aquí a discutir este razonamiento en base a ninguno de esos dos motivos. Si discutiré sin embargo, como Marx explicó hace siglo y medio, que el proceso sea sostenible en el tiempo.

Exceso de ahorro y burbuja financiera

Con un sistema que favorece el beneficio empresarial con el objeto de re-invertirlo, se produce un excedente cada vez mayor. Llegado a un cierto punto, los excedentes capitalistas son demasiado grandes para unas posibilidades de re-inversión productiva limitadas, por lo que el capitalista tiende a dedicar los recursos sobrantes a actividades financieras y no productivas.

Una buena forma de ganar dinero con esos beneficios generados es dedicarlos a prestárselos a los trabajadores, para que estos a su vez consuman esa parte de producción generada que con sus salarios no pueden comprar. Con ello se consigue recuperar el equilibrio entre producción y consumo, apoderándose los prestamistas de parte de la renta futura de los trabajadores. Lo malo es que el proceso no es sostenible a largo plazo, porque hay un límite de endeudamiento pasado el cual el capitalista deja de prestar por miedo a que la renta futura del trabajador no sea suficiente par garantizar el cobro de la deuda. Los datos demuestran que el estallido de la burbuja del crédito del 2008, que no es más que un ejemplo de lo anterior, era la inevitable consecuencia de un sistema que tiende al desequilibrio.

Deuda privada (rojo) y pública (azul) en EEUU como porcentaje del PIB

Con unos capitalistas que ganan más de lo que pueden gastar, y unos trabajadores que tienen que apretarse el cinturón para devolver la deuda generada mientras "vivían por encima de sus posibilidades", la producción deja de venderse y la crisis estalla.

Conclusión

Hasta aquí una breve introducción a las contradicciones y desequilibrios a las que se encuentra la economía capitalista, modelo productivo adoptado por todos los países de nuestro entorno. En resumen diríamos que el sistema capitalista de mercado parece exitoso en fomentar los aumentos de producción, pero presenta problemas de sobre-acumulación que tienden a provocar crisis periódicas. Es un sistema que, independientemente de si es o deja de ser justo, tiende al desequilibrio.

En este panorama las economías nacionales de cada país se desenvuelven a partir de niveles de desarrollo no homogeneos, y adoptan medidas de política económica diferentes para intentar encontrar sus propias soluciones a los problemas y contradicciones en competencia con el resto de economías.

De ello hablamos en la próxima entrega (Economías enfermas y economías parasitarias (II). La salud del parásito es la enfermedad del huesped.).
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PD:  Me pide dos puntualizaciones Julia y las añado por si alguien tiene las mismas dudas.

En primer lugar me pregunta porqué no puede el empresario guardarse simplemente el beneficio cuando no hay demanda. En realidad el beneficio no surge en la producción, sino en la venta, por lo que si no hay demanda no existe beneficio. Prestar al trabajador permite que la producción se venda y se genere el beneficio, además de generar un beneficio extra por la vía de los intereses.

La segunda cuestión es porqué no exportar la producción sobrante si falta demanda interna. En esta parte planteo un análisis de la economía global , y evidentemente no existen marcianos a los que exportar fuera de la tierra. En la segunda parte entraré en al análisis de como a nivel nacional se acude a la exportación para compensar la falta de demanda interna que consuma la producción. Es lo que vendría a ser la receta alemana de salida de la crisis y que no deja a ser una forma de transferir a otros los problemas propios.

domingo, junio 16, 2013

¿Optimistas o ilusos?


Tiempos convulsos estos, en los que el saber convencional puede dejar de servir para explicar lo que ocurre, y por ello para anticipar el futuro. De una mala lectura de la situación pueden llegar decisiones erroneas de las que se pagan caro, y para mi que abundan muchas de ellas en las últimas semanas.

Rubalcaba y el PSOE no saben a que atenerse. Su instinto electoral les hace mirar hacia la izquierda cuando están en la oposición, y algunas señales al respecto han dado en los últimos meses, hasta que llegó ese dinosaurio llamado Gonzalez y mandó a callar. Los tipos como Gonzalez (o Aznar) tienen un ego demasiado grande como para permitir que se cuestione su obra, así que cuando el máximo responsable del giro neoliberal del PSOE sale a la palestra, lo que hace es defender su legado. "El PSOE no debe perder su vocación de mayoría" dijo nuestro repulsivo ex-presidente en un acto-homenaje, y lo que decía es que no hay que dejarse tentar por acercarse a posiciones de los comunistas antisistema. En una ofensiva en toda regla, los poderes fácticos del entorno del partido, con El País a la cabeza, se lanzaron a pedir pactos de estado con el PP para salvar a nuestra economía.

Sería interesante saber lo que se ha cocido en las cocinas de Ferraz y lo que se ha movido en la cabeza de Rubalcaba, pero parece que las posturas pro-sistema y pro-pacto se han impuesto en la cúpula del partido. Parece un movimiento estúpido del que creo los que formamos parte de IU nos congratulamos, pero cuyo fundamento puede ser una simple ilusión. Sospecho que el PSOE anda muy preocupado por que un rebote económico después de la caida libre en la que llevamos instalados hace dos años de alas al PP para apuntarse el tanto de la recuperación, estigmatizándoles a ellos como los que provocan las crisis. Es normal dado que el pensamiento económico dominante en el PSOE es igual al del PP, pero es una ilusión, y a ello me referiré mas tarde. Si el movimiento falla, el PSOE se emcontrará con que lo único que ha conseguido es confirmar que no son nada más que el rostro algo más amable del bipartidismo, y su futuro quedará muy dañado, con el espejo del PASOK en el que mirarse.

Anda el botarate de nuestro presidente Rajoy paseando por los medios con cara de quién ha sido superviviente milagroso de un accidente aéreo. Ya por fin (le han dicho y nos dice) estamos saliendo de la crisis, pero como dice Mota: "hoy no... mañana"  Sospecho que Rajoy no tiene ni pajolera idea de economía, que nuestros gobernantes suelen ser del ámbito del derecho, osea que me lo imagino bajando a las cocinas del Ministerio de Economía a preguntar cuando va a surtir efecto la pócima nauseabunda y laxante que sus brujos económicos nos llevan administrando hace tiempo. Con el susto aún encima, parece que alguien le ha dicho que esta vez si que va a ser la buena, y nos anuncia la noticia con una cara en la que aún se nota la angustia. ¡Pa habernos matao! Parece decir, y es que sabe que como esta no sea la buena, el batacazo electoral que se les avecina para dentro de un año y en adelante va a ser de aupa.

En el alivio del presidente puede influir un aparente desinflamiento de la movilización en la calle. Supongo que muchos dirigentes del PP llegaron incluso a temer necesitar escolta policial hasta para ir de compras, así que cuando asoman la cabeza a la calle y no ven manifestaciones, ni indignados acampados, ni escraches de la PAH, deben pensar que lo peor ha acabado y que ya anda escampando. Ilusos puede que sean si piensan que el cabreo y la indignación de la población está amainando. Se palpa entre la gente un grado de hastío que ya no se calma con salir a la calle a gritar, y no se dan cuenta que la caldera es realmente peligrosa cuando acumula presión. Cualquier chispa puede crear un estallido de proporciones interesantes, pero si tal cosa no se produce, las vacaciones electorales se pasarán, y llegá la hora de que a la población se le permita dar una buena hostia a los que les gobiernan por medio del único arma que se le deja: las urnas. Creo que en este área veamos una nueva faceta de la ilusoria visión de futuro de nuestros gobernantes, y al tema electoral me referiré luego.

Como comentaba antes, el PP y el PSOE parecen ambos abonados a la teoría de que por fin vamos a salir de la crisis. Esta vez pasamos de la teoría de los brotes verdes a la de la luz al final del tunel, pero igual que hace tres años ocurrió durante el zapaterismo económico tardío, no comparto con ellos su optimismo. La economía no puede crecer porque no puede haber demanda interna en medio de un recorte de salarios y de freno al gasto público, y no puede haber demanda externa cuando las perspectivas económicas del mundo son tan sombrías, con la economía de los BRIC desacelerando y con la UE en recesión. Tampoco parece que pueda compatibilizarse el discurso de "hemos vivido por encima de nuestras posibilidades", con el de que hay que reactivar el crédito. El fracaso de la ideología económica que llevan defendiendo hace años es ya tan evidente, que sus esperanzas de que la cosa mejore encomendándose a la Virgen (como hacen alguno de nuestros ministros) produce hilaridad.

El cuento de la lechera, buen exponente de lo que es confundir ilusión con realidad, le falló a Zapatero con los brotes verdes, y sus hermanos ultra-conservadores van camino de probar la misma medicina. Cuando a finales de año Guindos nos vuelva a anunciar el retraso en las perspectivas de recuperación, lo harán ya a pocos meses de las elecciones y sin margen de maniobra. Lo que se puede avecinar es el derrumbe definitivo de un bipartidismo corroído además de por la crisis y el paro, por una corrupción que supera lo que hasta los más cínicos hubiéramos imaginado. Las encuestas parecen sin embargo favorecer ese optimismo, cuando en lo que ellos piensan que es el punto más bajo de la legislatura, aún dan un relativo respiro a los populares, que sólo perderían entre un 25 y un 30% de sus apoyos (¿sólo?).

En realidad, las encuestas son la otra pata de la ilusión en la que creo que vive el PP y el resto de parásitos que han dejado moribundo el sistema del que se nutren. Con estimaciones directas de voto alarmantemente bajas para el PP y el PSOE (este último adelantado por IU en este apartado en alguna de ellas), nuestros atribulados sociólogos de las empresas de opinión y del CIS se enfrentan a un dilema complicado al hacer estimaciones de resultados.


Entre Julio de 2011 (última encuesta del CIS de antes de las generales) y Abril de 2013, el PP pierde casi el 60% de la intención declarada de voto, mientras que el PSOE pierde casi el 50%. Dicha caída en la intención de voto se traduce en una pérdida en estimación de resultado de tan solo un 24% para el PP, y un 2% para el PSOE.

Este tipo de optimista estimación para el bipartidismo en base a pobres intenciones declaradas es algo que se da en casi todas las encuestras, si bien el CIS lo lleva a un extremo que parece rozar lo ridículo. Aparte de la potencial manipulación que haya detrás, los sociologos parecen estar asumiendo que el voto descontento que ahora apunta a la abstención volverá al redil de cara a una convocatoria electoral. Tal cosa puede ser cierta o no, pero si en el año que queda para las Elecciones Europeas el gobierno persiste en sus recortes (que tendrá que hacerlo siguiendo los dictados europeos) el paro sigue subiendo, el PIB bajando y el rosario de casos de corrupción anegando los medios, la noche electoral será de las que no se olviden.

viernes, junio 14, 2013

Mitos de la economía de mercado


Estando en la universidad, debía de ser en mi primer año, un profesor de aquellos que uno no recuerda pasados los años, nos hizo un planteamiento que si que se me quedó grabado. El tema era relativo a la eficacia del mercado para fijar un precio justo a cada producto, y se centró al respecto de las críticas  de que el beneficio empresarial a veces se consigue a base de crear daños sociales.

Nuestro profesor, desde la autoridad que su posición le daba ante chavales de 18 años, nos explicó como esos argumentos eran fácilmente rebatibles. Ponía el caso de la empresa que contamina un río, y nos indicaba como era perfectamente posible cuantificar el daño causado en términos económicos, de forma que dichos costes se cargaran al de producción. Si por ejemplo, el río perdía su atractivo turístico, bastaba con cuantificar las pérdidas y cargárselas vía tasas a la empresa, de forma que la comunidad se resarcía del daño causado. Según su teoría, la cuantificación de los costes sociales puede ser más o menos complicada, pero era siempre posible, por lo que el libre juego de oferta y demanda seguía siendo eficiente.

Recuerdo que el argumento me sorprendió, y creo recordar también que inicialmente lo asumí aunque fuera de forma reticente. Pasados los años me sorprende mi ingenuidad cuando el contra-argumento resulta extremadamente sencillo. Recientemente veía un documental en el que se hablaba de la extracción de arenas bituminosas en Canadá para obtener petroleo, en un proceso que arrasa regiones enteras. Los indios nativos de las zonas explotadas han sido compensados económicamente de forma generosa, pero alguno de ellos indicaba con nostalgia como en el sitio en que se encontraban en ese momento, una extensión arrasada por maquinarias inmensas, había un pequeño lago rodeado de bosques donde su padre solía llevarle a pescar cuando era niño. El daño de la pérdida de un paraje natural se mide en sentimientos de la gente y pretender cuantificarlo en términos económicos es ridículo.

Viene esto al caso cuando uno piensa como gente que maneja ese mismo tipo de teorías es la que está al frente de nuestra administración pública. Cuando uno de estos tipos que pretenden aplicar principios del mercado a los servicios públicos se enfrenta al problema de decidir cuanto dinero hay que dedicar a sanidad, me pregunto cual es el precio que ponen al sufrimiento que sus recortes causan. El cierre de un servicio de urgencias tiene consecuencias en pérdida de vidas, en sufrimiento de un enfermo camino de un centro más distante, en angustia de un familiar que no sabe si llegarán a tiempo a su punto de atención. Me pregunto si estos que nos gobiernan simplemente ignoran esos hechos, o si habrán conseguido medir en euros el precio del sufrimiento de un padre que ve como la vida de su hijo se le escapa camino de un lejano centro de atención sanitaria.

Es evidente que el capitalismo de mercado es inmisericorde, algo que en el fondo todos tenemos asumido. Una empresa que se lleva su producción a otro país condenando al paro a cientos de familias causa un inmenso sufrimiento, pero muchos pensarán que es el precio que hay que pagar para conseguir un sistema eficiente. Es lo que Joseph Schumpeter denominaba "destrucción creativa", en la que nuevos productos y empresas reemplazan a otras y mueven la economía. Que el proceso es inhumano es algo que seguramente ningún economista de los que defienden la economía de mercado se atrevería a discutir, es el precio de la eficacia y el progreso. Sin embargo, cuando pienso en como en países como el nuestro la capacidad de trabajo de millones de personas se desaprovecha en las colas del paro mientras necesidades básicas siguen desatendidas, no puedo menos que preguntarme donde está la supuesta eficacia del mercado para asignar recursos.

Cuando uno le da un par de vueltas, lo que resulta realmente sorprendente es como se ha podido convencer a la gente tan fácilmente de las bondades de este estúpido, ineficaz, injusto y salvaje capitalismo de mercado.