domingo, noviembre 30, 2008

Mi hijo, la educación, el orden y el aperitivo.

Vuelvo otra vez de Ginebra en el vuelo de las 18:50. He comido pronto y no estaré en casa hasta las diez de la noche, así que cuando al fondo se acerca el carro de las comidas ya tengo pensado pedir algo de picar: un paquete de “stickado” y una cerveza. Los stickado son barritas de fuet en un paquete de 50 gramos que Iberia te sirve con una pequeña bolsita de picos de pan, suficiente para entretener el hambre y pasar el rato en el viaje de algo menos de dos horas.

Mientras el carrito hace su lento recorrido le estoy dando vueltas a lo que Julia me ha contado de la reunión que tuvo con la profesora de Rodrigo. Mi segundo hijo tiene un enorme corazón, pero es un rebelde, nunca hace lo que se le pide a la primera, quiere que todo sea a su manera y no se ajusta a ninguna regla. Tiene solo 7 años pero la profesora no se hace con él y a nosotros tampoco nos resulta fácil. Educar no deja de ser principalmente hacer entender y aceptar al niño el orden y las normas y eso con Rodrigo es difícil porque tiene mucho carácter, es independiente y sabe lo que quiere. Tengo que hablar con él y tratar de convencerle de que en la vida no se puede hacer solo lo que a uno le gusta.

El carrito ha llegado y he hecho mi pedido. Abro los stickado y los picos. En el paquete hay cinco barritas de fuet, que voy comiendo a la vez que los picos. El número de estos es mayor, unas quince creo recordar de pasadas ocasiones. Este tentempié se está convirtiendo en una rutina en mis últimamente bastante frecuentes viajes.

Comienzo a comer mientras sigo pensando en Rodrigo y su falta de disciplina, la verdad es que tengo hambre y el aperitivo me sienta bien. Voy comiendo los stickado a la vez que los picos manteniendo la proporción de forma que al finalizar la primera barrita me he comido tres y al finalizar la segunda he comido tres más. Miro el paquete de picos y recuento: me quedan siete. En el paquete había trece y no quince como pensé originalmente. Planifico el resto de mi tentempié con obvia precisión, comeré el siguiente fuet con tres picos y los últimos con dos.

El tercer stickado me lo como siguiendo el plan. Me tienta saltarme la planificación decidida y comer menos proporción con cada pico, pero finalmente la mantengo y me quedo con cuatro para dos barritas de fuet. Estas últimas me las como peor, no acabo de ajustar bien y tiende a sobrarme fuet, al final me como las barritas rápidamente centrado en ajustar el ritmo.

Cojo la cerveza y veo que se me ha ido quedando atrás. En mi planificación he dejado fuera de forma negligente la bebida lo que requiere la toma de medidas. Decido que hay que dar un tirón, por lo que aumento lo que bebo con los dos últimos stickado y consigo acabar las tres cosas a la vez. Contemplo los paquetes vacíos mientras me doy cuenta que con todo esto de las proporciones he comido rápidamente y sin disfrutar demasiado. Al fin y al cabo no se cual demonios hubiera sido el problema de acabar una cosa antes que las otras, pero con los años uno se vuelve cuadriculado por las normas y las obligaciones y acaba por no saber vivir la vida.

Mientras mi pensamiento vuelve hacia Rodrigo se me ocurre que cuando hable con él quizás debería aprovechar no solo para contarle cosas, sino también para intentar aprender por el camino.

1 comentario:

alfredo dijo...

Hay Enrique, es que los genes son los genes...

Un saludo afectuoso