sábado, mayo 26, 2012

Los tiempos están cambiando (¿sin remisión?)


Entre la perplejidad y el desánimo asiste la gente al desarrollo de la situación política y económica en España y en Euorpa. El diagnóstico basado en hechos puros y duros es como para desesperarse a medida como vemos que toda perspectiva de mejora futura se desvanece en un horizonte de regresión social. A cada recorte le sigue la promesa de otro nuevo y peor, y las que considerábamos lineas rojas que ningún gobernante se atrevería a pasar han sido superadas hace tiempo ante nuestra incapacidad por defenderlas. Incluso el 15-M que parecía traer un aire de esperanza de res,istencia ciudadana que permitiría un cambio de rumbo, parece desvanecerse en su incapacidad por proponer ningún remedio más allá del mero diagnóstico de los problemas.

En realidad, el grado de desesperación y desánimo que uno pueda tener respecto a la situación actual tiene mucho que ver con la percepción que tuvieramos de esa misma realidad previamente. Si eres uno de esos ciudadanos alineados con el sistema, votante bipartidista, defensor de que lo que teníamos era lo menos malo posible y que habías interiorizado las verdades que los gestores del sistema te habían inculcado, la sensación que debes tener es una mezcla de descrédito e incredulidad, a medida que todas esas supuestas verdades tienen cada vea un rostro más cercano a la mentira, y los cimientos de tu pensamiento social se vienen abajo dejándote ante el vacío ideológico. Ese proceso ya se ha producido, se está produciendo cada día, convirtiendo a las mayorías sobre las que se cimentaba la estabilidad del sistema político económico en pilares de arena incapaces de soportar su peso. Sin embargo yo, que no soy parte de ese "ellos" mayoritario, puedo y debo ver las cosas de forma diferente. Como "antisistema", que no compartía las verdades oficiales, el proceso al que asisto me reafirma en mi forma de pensar crítica, y desde allí asisto a como una sociedad en la que todo estaba atado y bien atado empieza a convulsionarse y reaccionar. Los signos están por todas partes si uno sabe encontrarlos.

Tenemos por una parte el propio movimiento del 15-M cuya importancia no debe ser minusvalorada pese a su aparente falta resultados. Yo nunca lo ví como un fin en si mismo, sino como una especie de campo de entrenamiento donde sectores importantes de la población aprende a liberarse del pensamiento dominante y pasa a responsabilizarse de su papel en la vida pública. El movimiento asambleario está condenado a extinguirse, pero ha tenido un impacto en mucha gente que está ya mejor preparada para resistir y reaccionar. En el camino su estilo horizontal parece haber hecho mella en la forma de operar y organizarse de organizaciones más clásicas como IU, en un proceso que nos puede permitir eliminar en el futuro vicios organizativos que nos impedían desarrollarnos.

En general tengo la percepción de que la gente va dejando ya de creer ciegamente en la misma propaganda que ha recibido toda su vida. Se intuye en las conversaciones en el trabajo, en las tertulias de la radio, en la opinión de los amigos, en un proceso lento y sutil. De repente algunas cosas que algunos no se atrevían a decir se e3xpresan abiertamente, lo políticamente correcto se desplaza y son otros los que no se atreven a pregonar en voz alta puntos de vista antes mayoritarios. Un ejemplo es el cuestionamiento de la transición, y de forma muy evidente, de la propia monarquía. De la misma manera, la crisis del PSOE, el auténtico pilar sobre el que se sostenía el sistema político parece esta vez diferente, como si algo se hubiera roto definitivamente entre este partido y esas mayorías que lo apoyaban. Y Grecia nos enseña entre el pánico y la incredulidad de algunos hasta donde puede derivar esta situación, con la izquierda real a un paso de hacerse con el poder por primera vez en la historia reciente de la Unión Europea.

Para poder construir algo nuevo, debemos primero destruir lo anterior. El sistema capitalista neoliberal camina hacia su autodestrucción, entrando en una crisis de la que no puede salir, y frente a la que se devora a si mismo en un acelerado proceso de acumulación de riqueza y reparto de miseria. Ante el fracaso de sus fórmulas menos agresivas, sus sectores más extremistas se han hecho con las riendas buscando en la ultraortodoxia la salida a su derrumbamiento en un movimiento desesperado e inutil. Por eso nos parece que el futuro es aún más negro que el pasado, una vez que se hace públic la agenda maximialista de los que nos gobiernan. Sin embargo para conocer nuestro futuro no hay que centrarse en la dureza de las medidas que nos quieren imponer, ni en su dominio en España de todos los medios de comunicación, ni en el recurso a la violencia y la represión que se avecina. Más importante es analizar la capacidad que tenemos todos de resistirnos a sus agresiones, porque hasta ahora todo lo que nos han quitado lo han hecho no gracias a su fuerza, sino a nuestra pasividad. Y esa capacidad de resistirn sus ataques está creciendo en buena parte de la población y bulle en forma de cabreo, de indignación y de excepticismo.

No soy tan optimista como para pensar que la derrota de las ideología que nos gobierna es segura. La capacidad del sistema de perpetuarse y reinventarse es siempre sorprendentemente alta. El título de la entrada corresponde a la letra de una canción de Loquillo y Los Trogloditas de primeros de los 80, y desde entonces no parece que los tiempos cambiaran a mejor. Sin embargo, por primera vez en mucho tiempo se vislumbra la posibilidad de un cambio de rumbo, lo cual debe ser motivo de esperanza y darnos fuerzas para continuar en la lucha.

Os dejo el enlace donde escuchar la canción que inspiró el título de la entrada (para los que seais menos viejos y no la conozcais).

http://www.youtube.com/watch?v=CYsVJxJ2c6M

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