domingo, marzo 24, 2013

Ideología dominante (individualismo, mérito, culpa, solidaridad, empatía...)


Aunque en nuestras discusiones políticas del día a día discutimos de medidas económicas y de leyes, la batalla ideológica más importante se da a un nivel inferior, y es en un nivel en el que partimos de una situación de derrota evidente. Son pre-concepciones ideológicas asumidas por cada uno de nosotros que condicionan nuestra visión de como funcionan las cosas y como debe ser nuestro modelo social. Ya he comentado en el blog mi visión del hombre como un ser eminentemente social, empático y colaborador frente a la visión de un ser egoista, competitivo e individualista que se impone desde el pensamiento dominante. Es en esta visión de la humanidad donde en realidad se fundamenta el resto de nuestras opiniones políticas, lo que no es incompatible con la existencia de incongruencias a nivel individual.

Existe alguna gente eminéntemente egoísta e insolidaria que puede perfectamente acabar siendo un votante de izquierdas. Basta para ello  que calcule que de ello sacará un beneficio para si mismo, apoyando por ejemplo un mayor reparto en el que le toque más de lo que ya tiene. Existe también mucha gente tremendamente empática y solidaria que votará opciones de derechas en la medida en que esté convencido que el normal de la gente no es como son ellos mismos, y que solo el beneficio individual mueve a la gente a esforzarse, a la sociedad a progresar y al sistema a generar los recursos necesarios (aquello de que si la tarta es más grande habrá más para todos aunque se reparta peor). En realidad supongo que la mayoría de la gente se mueve por criterios intermedios, y es la combinación de ambos factores, la estimación de como unas determinadas opciones políticas le benefician a uno mismo, pero también una consideración de como van a afectar a los que pueden tener necesidades mayores que las propias.

En cualquier caso, la ideología ultra-liberal ha sabido esconder lo que es puro egoísmo y abuso detrás de conceptos más moral y socialmente aceptables, que nos hagan más soportables las injusticias que genera. Es fundamental convertir la desigualdad en el justo premio al esfuerzo y al merecimiento, así como ocultar la pertenencia de cada uno de nosotros por nacimiento a clases sociales diferentes y prácticamente inmóviles, engañando con un irreal discurso de igualdad de oportunidades. Que alguien que se enriquece especulando con las necesidades de otros o que se beneficia de la explotación de sus trabajadores, sea tomado como un modelo social a imitar, es algo casi inexplicable. Que alguien que es rico por nacimiento sea calificado como emprendedor es una filigrana del neolenguaje inmensamente cínica y efectiva. La injusticia de que unos naden en la abundancia mientras otros se arrastran en la indigencia se convierte en el justo premio al que se lo ha ganado, y por contrapartida  el necesario castigo al vago y al inútil. Sin embargo la necesidad de tratar de ocultar la realidad nos indica hasta qué punto su victoria ideológica es frágil e inestable

En situaciones de crisis como la actual, las bondades del individualismo como vía para que la sociedad avance están siendo lógicamente muy cuestionadas. Es un movimiento de fondo, lento y con mucha inercia que, de consolidarse, amenaza con terminar con el ciclo de dominación ideológica capitalista ultraliberal que arrastramos desde hace tres décadas. Lo que se había vendido como riqueza ha resultado ser un vivir a crédito insostenible, y cada día que pasa resulta más difícil ocultar este hecho. Las dudas de muchos se convierten en desafecciones permanentes por parte de los que solo transigían con la injusticia en base a una supuesta eficiencia.

Existe en paralelo una importante cantidad de gente que o bien se han visto expulsados de la situación de comfort anterior, o bien se han dado cuenta de que su situación no es tan segura como pensaban. Son votantes potenciales de la derecha que cada vez se convencen más de que no se puedan permitir el desmantelamiento de unos servicios sociales que o bien ya necesitan o bien pueden llegar a necesitar. Es este un mal momento para la derecha para desmontar el estado de bienestar, lo que explica la importante reacción actual ante políticas que hace unos años ya se daban y no parecían movilizar a casi nadie. La desafección actual de mucha de esta gente ante las políticas ultraliberales será facil de revertir en la medida en que se consiga una cierta salida de la crisis, por más que esta sea a costa de dejar en la cuneta a amplios sectores sociales.

Una de las consecuencias de que la gente haya asumido el discurso individualista del mérito es la sensación de fracaso y culpa del que repentinamente se encuentra que ha pasado a formar parte del grupo de los desempleados, de los desahuciados, de los perdedores. A las dificultades económicas se une un profundo hundimiento psicológico de quien pese a todos sus esfuerzos no encuentra forma de salir de una situación de la que se siente responsable. Un drama que demasiado frecuentemente acaba en depresión e incluso suicidio.

De poco sirve un vuelco electoral que se base en renunciar a tus propia ideología para acomodarte a un electorado al que previamente se le ha convencido de unos principios diferentes. Tal es el camino recorrido por la socialdemocracia que ha contribuido a cimentar la hegemonía absoluta del pensamiento ultraliberal en nuestra sociedad. De la misma manera resultará efímero para la izquierda un triunfo electoral basado en el miedo y la inseguridad de quien cree todavía que la desigualdad es necesaria socialmente.

Las movilizaciones sectoriales por parte de quienes de repente se convierten en afectados tienen por ello una utilidad relativa a largo plazo y despiertan en mi una simpatía muy limitada. Tenemos que asumir que muchos de las gentes que ahora protagonizan las protestas volverán a sus casas cuando sus problemas desaparezcan. Del mismo modo las encuestas que ahora pronostican un hundimiento electoral del PP podría perfectamente revertirse si el sistema consigue recuperarse mínimamente. Un cambio de ciclo ideológico implica necesariamente que la gente reniegue del individualismo egoista y lo sustituya por la empatía, la solidaridad y la lucha por los derechos de los demás. Solo alguno de los actualmente indignados darán ese paso y constituirán la clave para cimentar un cambio en la hegemonía ideológica en un futuro a más largo plazo.

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