domingo, septiembre 14, 2014

Acabar con ese PSOE para ampliar los límites de lo posible


Hace tiempo que no escribo, como bien me recordaba estos días un anónimo seguidor, preocupado por si mi silencio significaba mi paso a PODEMOS. No es tal el caso, pero admitía que estos días es difícil hablar de otra cosa en política española que no sea hablar de ellos, y no me gusta convertirme en monotemático. Trataré por tanto de cambiar de tercio, aunque sospecho que PODEMOS saldrá de alguno manera dentro de esta entrada.

Ayer, hablando con mi hijo sobre la situación política, la conversación nos llevó a un tema por debajo de lo puramente electoral, como es la "cultura política" que subyace por debajo. Hablo de cultura siguiendo esa definición como "conjunto de saberes, creencias y pautas de conducta de un grupo social", que no deja de ser otra definición de lo que podríamos llamar "ideología dominante".

Argumentaba yo en nuestra conversación, que en realidad existe un consenso muy amplio por parte de la población en casi todos los temas socio-económicos, y que es ese consenso lo que da estabilidad al sistema. Existe, nos guste o no, un gran consenso al respecto del capitalismo como el mejor, o al menos el menos malo de los métodos de producción. El principio de que una economía socialista está abocada al fracaso, debido a la tendencia de la gente a no esforzarse cuando le cubres sus necesidades, llega incluso al imaginario de buena parte de los votantes de IU. La competencia como motor del progreso, y el premiar al más capaz como única vía para que los miembros de la sociedad se esfuercen, son conceptos tan extendidos que apenas se cuestionan.

Por otro lado, está también socialmente extendido, incluso entre personas que se declaran de derechas, el principio de que hay ciertas necesidades básicas que toda persona tiene que tener cubiertas. Nos parecería indecente que un pobre muriera sin atención médica por el hecho de que no pueda pagarla, o pensar que hay gente que pueda sufrir de malnutrición, por más que pensemos que su situación de privación es culpa de sus propios errores.

Teniendo en cuenta estos parámetros, podríamos decir que la sociedad española es fundamentalmente socialdemócrata, con una pulsión a la protección social que explica las tensiones que está sufriendo el sistema cuando quienes lo dirigen tratan sobrepasar los límites de ese consenso social. La oligarquía que domina el país cuenta con todos los resortes del poder formal, pero se han encontrado con un fuerte rechazo social cuando han querido modificar las normas básicas que garantizan una sanidad igual para todos, o cuando se recorta en educación, o cuando se van desmantelando otros sistemas de protección social.

En este contexto, en el que aquello que la gente quiere choca contra lo que el poder desea, la única vía para imponer las medidas que se pretenden consiste en intentar convencer a la gente de que lo que desea resulta imposible. Para ello se utilizan recursos propagandísticos de todo tipo, siendo el tema estrella la supuesta necesidad de asegurar la sostenibilidad del sistema. A la gente que quiere más protección social y más estado del bienestar, se les tiene que convencer que lo que buscan es imposible, y que recortar es la única forma de garantizar que se mantiene algo. Es un burdo chantaje en el que a la gente se le da a elegir entre aceptar una pérdida parcial, o bien perderlo todo.

Evidentemente, convencer a la gente para que renuncie a sus deseos no resulta fácil, y es ahí donde el juego del bipartidismo se vuelve esencial, y el papel del PSOE resulta imprescindible para que la agenda de los poderosos pueda avanzar frente al deseo de las mayorías. Como en la táctica del "poli bueno" y el "poli malo", se presenta al PSOE como el defensor de la causa de lo social, el poli bueno que representa la visión del mundo más social y solidaria frente a un PP que defiende el ultraliberalismo. La imagen de división política en dos bandos capitaneados por las dos patas del bipartidismo es fomentada por disputas en temas accesorios para el poder como son la no-discriminación o incluso la política territorial.

Una vez que en el imaginario de la gente, se ha constituido al PSOE como el portavoz de la igualdad social, resulta fácil marcar el margen de lo que es posible y convencer a la gente de que sus deseos no lo son. Si en materias como los recortes sociales, la precarización laboral o la privatización de servicios, el propio supuesto defensor de la causa social pregona el mensaje de que son medidas inevitables, la mayoría social acaba aceptando resignada que sus deseos son imposibles. Es un proceso que inició el PSOE en los años 80, en el cual buena parte de la gente a optado por perder toda ilusión por una política que solo le da a elegir entre lo malo y lo peor.

Pese al aparente éxito de la fórmula, la incapacidad del poder para cambiar la ideología de la gente resulta patente, y cuanto más se avanza en el proceso de imponer la agenda ultraliberal, las tensiones se vuelven más evidentes. La decepción y demovilización política, y el continuo crecimiento de la abstención, son síntomas del problema que no podían pasar desapercibidos. Tras el paréntesis de la burbuja inmobiliaria, su estallido y la última vuelta de tuerca antisocial del PSOE de Zapatero, rompió la cuerda finalmente. Dicha ruptura se expresó públicamente por primera vez en forma de movilizaciones del !5 M, cuyo mensaje de fondo era mucho más peligroso para el sistema de lo que algunos quisieron ver. Bajo el "no nos representan", o el más explícito de "PSOE y PP, la misma mierda es", se presentaba una grieta peligrosísima en un pilar fundamental del sistema. La magnitud de la derrota del PSOE escondía un mensaje que algunos no quisieron ver, y es que el partido socialista estaba dejando de ser visto como una alternativa social, y se identificaba por parte de un sector creciente de la sociedad como la otra cara de una misma moneda.



Desde las elecciones, las encuestas empezaron a reflejar como el rechazo a la gestión política del PP dejó de acompañarse de la tradicional recuperación del PSOE, Dañado el bipartidismo, y si la credibilidad del PSOE no se recupera, los límites de lo que hasta ahora era considerado como realizable se difuminan, y las alternativas del poder para poder controlar las aspiraciones de la gente se complican. Nuevas alternativas políticas marcarán nuevos límites.

Una situación así no se da tan a menudo.

PD: Al final no he hablado de PODEMOS.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenos días, soy el lector que comentó lo de su ausencia, me alegro de su vuelta.
Bien, no hablemos de la gran P.
Hablemos de la G, de Ganemos, porque como ya hemos visto todos es el destino al que nos llevan nuestros coordinadores (regionales, de momento).
Por supuesto estoy de acuerdo en todo lo que se comenta en esta nueva entrada, yo mismo utilizo el asunto del poli bueno y el malo cuando hablo con mis conocidos que no tienen decidido su voto o su posición (también uso la recurrida expresión "guatemala o guatepeor").
Lo que me temo es que esa teórica ruptura de la alternancia bipartidista no lo sea tanto, o que no sea definitiva sino una especie de intermedio.
Doy por hecho que ese descenso de votos en el PSOE es porque entre sus bases quedan personas sensatas que dudan de volver a votarles ante los hechos, cosa que no ocurre en el PP, cuyos votantes parecen ir a fichar en lugar de votar.
Lo que ocurre es que las alternativas que nos proponen no son ninguna la lógica y normal, que sería IU. O bien nos dan como alternativa el televisivo P.I. o la apuesta de Ganemos.
Si nos detenemos a leer las páginas de Ganemos (por nuestro propio bien dado que nos han confluido con ellos) observaremos que entre Ganemos y la gran P hay escasas diferencias: que no hay un líder aparente de momento, que no están apoyados por la Cuatro, Sexta y Público, y que hasta ahora parece no haber una propuesta organizativa tan desarrollada (los famosos círculos, tampoco las apps para empoderarse a través del móvil).
Por lo demás, el lenguaje es el mismo: arriba y abajo, ciudadanos, etc. Incluso Ada Colau ya ha hecho comentarios en prensa que no sugieren que esté encantada de tender la mano a IU.
Parece como una especie de marca blanca, que no lleva etiqueta pero huele igual, sabe igual y se compone de lo mismo.
Por consiguiente, ¿no son estos movimientos una especie de neoPSOE, dado que en el propio PSOE han logrado que llevar en sus siglas los términos obrero y socialista sea un mero adorno, ni es marxista ni republicano ni de izquierdas?
¿No sería lo mismo el PSOE si renovase a sus "encastados" representantes y colocase nuevos y jóvenes y realizase algunas medidas cosméticas tipo listas abiertas (que de todas maneras no son abiertas porque los televisivos líderes acaban siendo elegidos por aclamación)?
Y para terminar, ¿no sería por tanto ese frente común (que tanto les cuesta llamar Frente Popular, por cierto) una especie de reservorio de votos psoistas?
Bueno, disculpe mi comentario de la entrada anterior si le molestó y un saludo.
No tengo openID. Me llamo Carlos y soy de Sevilla.

EGS dijo...

Hola Carlos. Como me va a molestar, te agradezco mucho el diálogo.

Yo también veo los peligros que tu mencionas, aunque quizás con menos pesimismo. La cuestión es que no está en nuestras manos decidir que sea IU y no Ganemos o PODEMOS quienes determinen lo que va a pasar. No lo hicimos suficientemente bien en el pasado como para poder liderar el tema, y nuestro protagonismo ha disminuido.

Con el tablero como está, podemos optar por:

1.- Enrocarnos en el purismo, aislarnos y ver como nos convertimos en marginales.
2.- Jugar con las cartas que hay y tratar de que PODEMOS, Ganemos y todo lo que se mueva nos ayude en nuestros objetivos.

Esto supone una amenaza, pero sobre todo supone una oportunidad, y es fácil que aunque no obtengamos de esto una victoria completa, el régimen de un salto hacia mejor. Vamos a por Ganemos y juntémonos con los de PODEMOS, porque esta gente, aunque inocente políticamente, está dispuesta a escuchar y dialogar. Los prefiero a esos amigos del poder que pueblan el PSOE.

Anónimo dijo...

Gracias por la respuesta.
Te voy a parecer cabezota pero entre las dos alternativas que ofreces, si pudiera elegir me quedaría con la primera, aunque eso me convierta en marginal.
Continuaré disciplinado mi apoyo en este nuevo rumbo, en lo que se refiere a mantener la militancia y el voto, porque ya sé que esto es ir contra corriente y oponerse conduce a cogerse un disgusto nada más (en Andalucía ya ha anunciado Maíllo que ahora somos de Ganemos), pero la verdad muy desencantado.
Un saludo, nos leemos en futuras entradas.

EGS dijo...

Yo creo que la primera opción es aceptar una derrota estéticamente aceptable, pero derrota. La segunda opción no consiste en renunciar a nuestras ideas, sino a entrar en la lucha para que la alternativa sea como nosotros queremos.

Evidentemente, yo no estoy por la labor de disolver IU. Convergemos temporalmente, y si fracasamos, nos separamos y mantenemos nuestras ideas y discurso, y nadie podrá acusarnos de no haberlo intentado. Además, si contribuímos a que salga una alternativa tipo Ganemos, por más que se oriente hacia donde no queremos, siempre será un avance respecto al PPSOE.