viernes, noviembre 28, 2014

Los 8.000


Pasado mañana es el día. Nuestra segunda oportunidad en IU Madrid, y quizás la última para Izquierda Unida en general. La vieja burocracia se ha visto forzada a entrar en un proceso de primarias que nunca quisieron. Primarias abiertas a simpatizantes.

"primarias"

"abiertas"


Me los imagino semanas atrás contando simpatizantes registrados como quien cuenta desgracias. Mil, dos mil, tres mil, cuatro mil, cinco mil, seis mil, siete mil, ocho mil... Me imagino las crecientes caras de alarma de los muñidores de censos, los controladores del aparato, los gestores del desastre y el desprestigio pasados y presente, los colegas de Moral Santín, los administradores de los embargos por parte de hacienda. Me los imagino reunidos el día después de cerrarse el registro,  rumiando estrategias. No los conozco, pero se me antojan simbólicamente como un grupo plomizo, gris,, marmoleo y ajado, tristes representantes de un triste pasado que se niega a aceptar que su tiempo se ha acabado.

No creo que ninguno haya siquiera bromeado planteando la posibilidad de que esas mil, dos mil, tres mil, cuatro mil, cinco mil, seis mil, siete mil, ocho mil personas que se han molestado en seguir el intrincado procedimiento montado para las primarias, lo hayan hecho para defender su causa. Su jugada no es, no ha sido nunca la de crear esperanza y encauzar entusiasmos, sino la de movilizar el miedo de los de dentro a lo que viene del exterior, alimentarse del desconocimiento, el conservadurismo, y en los últimos meses, del resentimiento ante la llegada de lo nuevo. Ellos se mueven como pez en el agua entre los pactos y las componendas, regateando puestos en listas y movilizando favores pasados e insinuando prebendas futuras. Trabajan hacia dentro y todo lo que venga del mundo exterior resulta una amenaza en su entorno controlado, estancado e inmutable. Siempre le tuvieron miedo a consultar a los militantes, demasiados y demasiado incontrolable para asegurar el resultado, y ahora las cifras del descontrol se llenan con mil, dos mil, tres mil, cuatro mil, cinco mil, seis mil, siete mil y hasta ocho mil personas del mundo exterior. Un modesto éxito de convocatoria para Izquierda Unida, una negra amenaza para su poder.

Fantaseo mientras escribo, y como en un clásico de la literatura de miedo me imagino que esos ocho mil se les aparecen como fantasmas que les miran mudos y silenciosos, esperando a que suenen las doce campanadas del próximo domingo para transmitir su mensaje. Vienen a pedir cuentas, son los desencantados, los que no aguantaron más, los que tiraron la toalla mientras impotentes veían como cuanto más crecía el poder de unos, más menguaban las fuerzas de todos. Esos ocho mil son el fantasma de las navidades pasadas que vienen a recordarles a algunos su trayectoria, sus errores, sus componendas y su falta de generosidad. Esos ocho mil son el cambio que ellos llevan años negando, son el futuro al que ellos saben que ya no pertenecen. Son su punto y final.

Pero esta gente no lleva decenios controlando todo lo que ocurre en IU Madrid a base de rendirse sin luchar. Saben que la derrota en esta batalla es la derrota definitiva, y van a sacar todo lo que llevan dentro para exorcizar a esos miles de fantasmas. Cuestionar censos, clamar contra los infiltrados, tratar de convocar al grupo contra el enemigo exterior, marcarlos primero, segregarles después en sus urnas separadas (en su aterrorizada ceguera no son capaces ni de ver el negro simbolismo de sus actos) para intentar dejarles mudos después, invalidando su voz para convertir su derrota en victoria. Victoria agónica, manchada, sucia e indigna, pero nuestros tristes burócratas no aspiran más que a las migajas de seguir en sus cargos y quizás ocupar un silloncito público en alguna institución tras unas elecciones en las que puedan ofrecerse como instrumento para apuntalar el poder de otros. No tienen prestigio ni reputación que defender, así que no tienen nada que perder.

Y por si no es suficiente, dejan para el final su jugada maestra. Los sospechosos señalados tratarán de arrojar un manto de sospecha sobre quien ha osado ponerse a la cabeza del enfrentamiento contra ellos. Como en una burlesca parodia de las tácticas con las que la oligarquía española intenta embarrar la política nacional, ellos también intentan sumarse a una campaña de difamación, y no tienen reparo para ello en caminan codo con codo con los nauseabundos representantes mediáticos de esa misma oligarquía. Y mientras saborean lo que ellos creen una táctica brillante, no se dan cuenta del asco que nos produce su falta de ética y de lealtad hacia la institución que llevan parasitando tanto tiempo y a la que no dudan en dañar con tal de mantener el control sobre ella. Como un maltratador desesperado, la prefieren muerta que en manos de otro, un símil que no se me ha venido a la cabeza a mí solo.

Dentro de poco más de un día llegará la hora de que hablemos. Hablarán los miles de afiliados, muchos amarrados por el conservadurismo y el miedo, acudirán a cerrar filas a la llamada de los viejos dirigentes. Pero allí estarán también, claro, los guerrilleros de la resistencia interna, esos que no se han rendido ni abandonado durante el largo invierno de los burócratas. Y junto a ellos muchos otros que poco a poco han ido perdiendo la venda que tenían ante los ojos cuando el olor a aguas estancadas se ha hecho ya imposible de ocultar.

Es una batalla más de una guerra que se mantiene hace mucho tiempo, pero esta vez no estaremos solos. Porque esta vez tenemos a mil, dos mil, tres mil, cuatro mil, cinco mil, seis mil, siete mil y hasta ocho mil amigos que han decidido que ellos también tienen un mensaje que transmitir. Y lo siento Gregorio, lo siento Angel, lo siento Miguel, lo siento Jose Antonio, lo siento Raquel, la cosa no pinta bien, porque son demasiadas voces y creo que van a gritar demasiado fuerte para que consigáis acallarlas. Yo estoy deseando que llegue el lunes... ¿y vosotros?

2 comentarios:

Viridiana dijo...

Me encanta el comentario; lo hubiera podido escribir yo mísma, si tuviera capacidad para ello. Mañana no iré a votar, porque me han puesto pegas sobre mi DNI, y ya estoy muy mayor para "tontás". Irá mi hijo, al que también han puesto pegas, pero, parece que, al final, lo han admitido. En fin; espero que esa vieja guardia, apoltronada y acomodada, se largue, y deje que IU tenga en Madrid el peso que nunca debió de perder. ¡Suerte, compañeros!

Anónimo dijo...

Animo compañeros. Es tiempo de esperanza (con minúscula)