jueves, junio 19, 2008

Liberalismo, mercado e intervención pública (II)

Siguiendo con mis divagaciones al respecto de la bondad del mercado como rector de nuestras vidas, y despues de haber concluido conmigo mismo que este resulta demasiado despiadado con el debil como para que podamos soportarlo, me tocaba cuestionar hasta que punto el mercado es al menos eficiente.

Entendemos como mercado en términos económicos como la concurrencia de oferentes y demandantes que se ponen de acuerdo para comprar y vender un producto a precios acordados libremente. Entre los compradores hay gente con más necesidad del producto que otros y por tanto dispuestos a pagar más, de forma que si la oferta es pequeña serán estos los primeros en comprar y el vendedor podrá pedir más dinero. Si la demanda baja el precio también, hasta un punto que algunos productores dejarán de considerar el negocio rentable, dejarán de producir y la oferta bajará. A largo plazo solo productores eficientes permanecen en el mercado.

Si algo aprendí en la universidad cuando estudiaba económicas (gracias a David Anisi, un enorme profesor de Teoría Económica en la UAM) es que todas las teorías económicas son perfectamente razonables a priori. El truco está muchas veces en las precondiciones de las que parten para ser válidas de forma que hecha la teoría esta puede no adaptarse a la realidad, algo así como si diseñas una estupenda tostadora cuando lo que ibas a tostar era un filete. A ese respecto se entiende que el mercado es eficiente solo si se dan algunas de ellas entre las que destacan: que el número de oferentes y demandantes sea suficientemente grande para que nadie controle el mercado y que haya perfecta información entre todas las partes para tomar sus decisiones. La pregunta sería por tanto no si el mercado funciona como asignador eficiente dadas estas condiciones, sino si estas condiciones se dan en nuestra vida económica normal.

En principio parece que somos muchos millones de compradores de productos, lo que garantiza la pluralidad en la demanda que requiere la teoría, pero no siempre es así. Por ejemplo, para un productor agrario el mercado está controlado por intermediarios lo que supone un número limitado de demandantes que tienen capacidad de imponer sus condiciones.

Por el lado de la oferta sin embargo la teoría choca aún más con la realidad. El problema es que la tecnificación en la producción hace que se produzcan lo que se llama economías de escala, es decir, cuanto más produzco más barato me sale hacerlo. Esto lleva a que en los sectores transformadores se tienda a la concentración de la producción en pocas manos con lo que el mercado deja de nuevo de ser libre y eficiente. Este proceso es más una regla que una excepción y ha llevado y lleva de cabeza a los reguladores para intentar frenarlo (o eso dicen).

Un problema adicional existe cuando los bienes son duraderos, de oferta limitada, almacenables y de primera necesidad. En estas condiciones alguien puede intervenir en el mercado acaparando el producto y poniendolo a la venta poco a poco a precios altos, adíos al mercado libre de nuevo. Con los sofisticados mercados financieros que tenemos, este tipo de actuaciones están a la orden del día y condicionan los precios de los alimentos y de las materias primas. La existencia de expectativas futuras que pueden o no ser ciertas, la insuficiente información, la corrupción administrativa, numerosos condicionantes afectan a las precondiciones necesarias para que el mercado funcione eficientemente.

Resulta complicado encontrar en nuestras vidas mercados realmente libres. Nos suministra la luz un mercado cautivo con 3 oferentes, y algo similar pasa con el teléfono, compramos en grandes cadenas de distribución con capacidad de aplastar al pequeño comercio, firmamos contratos de adhesión sujetos a clausulas abusivas y letras pequeñas, aceptamos trabajos en condiciones abusivas y sufrimos mobbing por falta de alternativas laborales, pagamos nuestras casas a precio de oro mientras millones de ellas están desocupadas ... La economía de mercado es un espejismo, vivimos la economía de los oligopolios, la connivencia del poder político con el económico, los intermediarios, los especuladores y las posiciones de dominio. La legislación trata como puede de tapar las vías de agua con un éxito relativo y ni el más liberal del mundo abogaría por dejar a las fuerzas económicas a su libre albedrío.

Resulta cómico ante todo esto que salga nadie a defender inocentemente las bondades del mercado, o más bien lo resultaría si no fuera por la pasividad con que demasiada gente se traga tanta propaganda

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Dices: "despues de haber concluido conmigo mismo que este (el mercado) resulta demasiado despiadado con el debil como para que podamos soportarlo"

Y luego dices que el mercado es "la concurrencia de oferentes y demandantes que se ponen de acuerdo para comprar y vender un producto a precios acordados libremente."

¿Cómo se puede ser despiadado con alguien que SE PONE DE ACUERDO con otro para comprar y/o vender a un precio ACORDADO LIBREMENTE?

EGS dijo...

Es despiadado como medida de asignación de recursos en la medida en que el que no tiene nada que ofrecer nunca recibirá nada. Yo prefiero una sociedad que entienda el bien común y la necesidad de cubrir el bienestar de todos como algo por encima de los acuerdos individuales de algunos de sus miembros.