sábado, octubre 09, 2010

Bienestar y esperanza

Leía el otro día que en el año 35 unos rusos recorrieron Estados Unidos justo cuando el país sufría la peor parte de la recesión. Recogieron un autoestopista vagabundo que apostillaba cada una de las medidas que defendía para salir de la crisis con su intención de limitar las fortunas máximas a 5 millones de dólares, una cantidad enorme en aquellos días. Nuestros rusos concluían que esto reflejaba la esperanza interior del miserable vagabundo de que un día las cosas le fueran bien, y no quería verse privado de riquezas por culpa de medidas excesivas de reparto.

Hoy veía en la televisión mientras ayudaba a cocinar un programa al respecto de la relación de Rusia con el vodka. Uno de los entrevistados argumentaba que en Rusia en la época soviética se bebía para olvidar que no tenían esperanzas de salir de su pequeña casa de dos habitaciones, ni de llegar a tener un coche propio.

Sin entrar en consideraciones adicionales, ambas historias nos presentan ante una paradoja que en realidad no nos resulta extraña. Vivir con las necesidades básicas cubiertas no es garantía de felicidad, sino que esta tiene mucho que ver también (como comentaba en entradas anteriores al respecto de la satisfacción en el trabajo) con el fijarse objetivos y tener la esperanza de alcanzarlos, con tener un propósito que no sea el trabajar un día más, comer un día más, dormir un día más y estar vivo un día más. Es en este ámbito en el que el capitalismo consumista ha demostrado adaptarse perfectamente a nuestras necesidades, creando ilusiones de éxito, de satisfacción por medio del consumo, de posibilidades de alcanzar una prosperidad que no se tiene pero que se te presenta al alcance. Como un burro que avanza para alcanzar la zanahoria que le ponen delante, cuanto más cerca la veamos más esfuerzo haremos para alcanzarla.

El socialismo, con su promesa de igualdad y cobertura de necesidades básicas resulta muy atractivo cuando la situación de miseria convierte la subsistencia en el objetivo máximo, pero pierde brillo en sociedades en las que un mínimo de desarrollo y un cierto estado del bienestar ofrecen ciertas garantías de que no te alcance dicha miseria. La gente sueña con que le toque la lotería que le abrirá las puertas del paraíso del consumo ilimitado, pero no lo hace con una sanidad de calidad, por más que su falta sería sin duda un causa de enorme infelicidad. El socialismo se centra en el problema de la subsistencia, pero nos deja en nuestras manos el decidir que queremos hacer con nuestra vida, y es esa necesidad vital de dar un sentido a la vida un abismo enorme ante el que la mayoría de la gente no encuentra respuestas. Algunos buscan dichas respuestas en religiones y sectas, o simplemente se pierden en depresiones o adicciones a drogas. No pocos buscan en el reflejo de los éxitos deportivos de sus equipos la satisfacción de encontrar una meta por la que luchar. La gente que parece más feliz parece encontrarlas en el arte, el conocimiento, la investigación o el altruismo, seguramente por ahí está la llave que puede llevar a la gente a llevar una vida satisfactoria y plena.

Frente a las mentiras del capitalismo competitivo consumista debemos oponer un sistema de reparto, justicia, solidaridad e igualdad no como meta, sino como paso previo para poder ser dueños de nuestra propia vida. Es importante que ayudemos a encontrar respuestas a lo que se puede hacer con esta vida recuperada si queremos que la gente llegue a desearlo y a luchar por ello.

2 comentarios:

alfredo dijo...

Hola Enrique. El socialismo, en sus orígenes, no se limitaba a una mera teoría de la subsistencia. Proponía, ni más ni menos, que: "La emancipación de los trabajadores, es obra de los trabajadores mismos, o no es". Es decir proponía que la sociedad, los trabajadores tomaran el destino en sus manos. Pero no duró mucho. El triunfo del marxismo frente al anarquismo o socialismo libertario, y especialmente el llamado socialismo real, pero también la socaildemocracia, convirtieron el socialismo, bien en un despotismo absoluto en nombre de la igualdad, bien en un paternalismo.Triste historia y triste final el del socialismo. Aunque quién sabe, quizá resurja ese socialismo libertario, o un socialismo cooperativista, tipo del que defiende Mario Bunge, autor que te recomiendo, especialmente su texto Filosofía Política, solidaridad, cooperación y democracia integral(Gedisa). Por soñar que no quede.
¡Un saludo!

EGS dijo...

Estoy bastante de acuerdo, pero incluso si los trabajadores consiguen emanciparse y ser dueño de sus vidas sigue quedándome la duda de si la gente es capaz de llenar esa vida con algo.