domingo, octubre 23, 2011

Oidos sordos del poder ante las protestas en las calles.

No se cuando empezó, es posible que fuera ese idolo de la "lideresa" Aguirre, la dama de hierro británica que se mantuvo impasible ante las protestas sindicales mineras de los 80 y a la que una guerra y el fervor nacionalista que le acompañó salvó de una derrota electoral segura. El caso es que muchos años despues asistimos a movimientos de protesta masivos en Grecia, que parecen ser compatibles con la impasibilidad de unos gobernantes que se aprestan a dar nuevas vueltas de tuerca al dictado de sus socios financieros y los poderes financieros a los que defienden. En España, una vez que los anestesiados circulos cercanos al PSOE despierten su capacidad de crítica y movilización con la derrota electoral, veremos en los próximos meses reacciones masivas ante las descarnadas medidas de recorte social con las que la secta neoliberal que gobierna el PP nos va a recetar. Pero no parece que una perspectiva como esa parezca preocupar a los previsibles ganadores.

Estamos ante un conflicto de legitimidad entre la acción de la gente en las calles y los elegidos mediante los votos en las elecciones, que parece resolverse a favor de los segundos, algo que es aparentemente lógico. Las calles no parecen representar una medida de la voluntad popular cuantificable como si lo es el resultado de unas elecciones. Seguros tras el parapeto de unos resultados electorales que parecen perfectamente amarrados, Rajoy y los suyos esperarán al igual que hace Papandreu, a que las protestas se agoten ante la evidencia de su imposibilidad de alcanzar ningún resultado.

En este estadode cosas es en la que debemos movernos y al que debemos adaptarnos. Es una realidad que el sistema electoral está atado y bien atado. Con un bipartidismo que tiende a aglutinar el voto en lo que a la gente le parezca la opción menos mala, y que arrastra al descontento y la abstención a gran parte de la población, conjugado con unos medios de propaganda perfectamente engrasados y que no dejan apenas resquicios a planteamiontos minimamente críticos, las posibilidades de alcanzar un cambio relevante por la vía parlamentaria se antojan más que remotas incluso en circunstancias de descontento popular generalizado.

¿Debemos aceptar el dictamen electoral como medida social justa e indiscutible y abandonar por tanto vías alternativas de acción política? Resulta sumamente dudose, de la misma manera que un apoyo masivo al nazismo no legitimaba sus atrocidades. Incluso en momentos de crisis en que se arrastra a la miseria y la penuria a amplios sectores de la población, siempre hay unas mayorías que bien por defender lo que ellos han asimilado como privilegios, bien sea por resignación y miedo ante perspectivas aún peores que ven en sus vecinos más desfavorecidos, están dispuestos a apuntalar el sistema que en realidad les estrangula. Que en una sociedad como la nuestra conviva gente que pasa miseria, con grados de acumulación de riqueza nunca antes vista, es injusto e inaceptable, Y lo sigue siendo por más que la ignorancia, la falta de fé en ninguna alternativa, la indiferencia, el egoismo o el miedo lo legitimen electoralmente. El sistema ha utilizado y utilizará a esas mayorías que sufren algo menos y que temen perder sus algo mejores niveles de bienestar, como barricada que frene las aspiraciones de cambio social, y que proteja a los que realmente se lucran y enriquecen.

Mi respuesta es obviamente negativa. Debemos sin embargo prepararnos para adaptar nuestra lucha a las circumstancias sin aceptar las reglas del juego que no nos benefician. Hace un año los sindicalistas franceses nos enseñaron que las huelgas masivas son menos efectivas que huelgas selectivas en las que se bloquean sectores clave cuyos trabajadores pueden enfrentartarse al recorte de ingresos con el apoyo del resto de compañeros de otros sectores. Los boicots selectivos como propone Anonymus, la resistencia pasiva, las propias acampadas, la canalización del descontento fuera del seno de los partidos políticso, son formas nuevas de activar el conflicto que deben representar solo un primer paso en un camino nuevo que quizás nos permitan desbloquear la situación. En nuestro favor la certeza de que la larga crisis que aún nos espera por delante abrirá los ojos a un porcentaje creciente de la población.

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