sábado, febrero 09, 2013

Separar a las mayorías del pensamiento sectario.



Permitidme que plantee este problema de una forma un poco diferente.

En términos políticos, la población se comporta como lo hacen los miembros de cualquier secta. Somos adoctrinados año tras año en el pensamiento político-económico correcto, ideas que se nos repite una y otra vez hasta que son asumidas de forma acrítica. La doctrina se nos inculca con técnicas de lavado de cerebro ya desde niños, cuando estamos más indefensos, por medio de la publicidad, de la educación, de la televisión, hasta que en la edad adulta pensamos de forma tremendamente homogénea y conformamos esas mayorías que llamamos opinión pública

Tratar de cambiar la opinión pública mediante sesudos razonamientos puede resultar tan inútil como tratar de convencer a un creyente de que abandone su religión. Las creencias parecen inauditamente inmunes a la acumulación de evidencias en su contra, como demuestra la solidez que han demostrado las sectas semíticas ante los avances del conocimiento de los últimos siglos. La doctrina se adapta en lo necesario a estos cambios y la religión, contra todo pronóstico, se mantiene igual de fuerte. De la misma manera, cuando el sistema económico y social empieza a colapsar a partir del 2008, la población parece irracionalmente incapaz de cuestionar radicalmente la sociedad, y se deja llevar por los mismos gurús que adaptan a toda prisa sus excusas, sus explicaciones y sus promesas.

Para sacar de una secta a unos miembros que han sido sometidos a procesos de lavado de cerebro, se aplican técnicas de desprogramación. Hace algún tiempo vi un documental al respecto en el que se entrevistaba a un antiguo sectario, que contaba que la clave consistía en introducir en la persona un resquicio de duda. En su propio caso, contaba, había sido algo pequeño, accesorio a la parte central de la doctrina, una prohibición estúpida a la que no le encontraba justificación y que permitió que empezara a cuestionarse el resto, y a partir de ahí erosionar las ideas inculcadas hasta que toda la creencia se viene abajo. Es un proceso que parece que no puede hacerse sin que se haya creado una relación de confianza entre el programado y el desprogramador, porque sin ella el sectario se cierra y no escucha. Es casi imprescindible también alejar a la víctima del entorno de la secta con el fin de evitar que esos resquicios de duda sean tapados antes de que puedan agrandarse lo suficiente como para que esta escape.

La crisis actual ha abierto inmensas brechas de duda en muchísima gente, pero los defensores del sistema se aprestan a tapar las grietas. Y por increíble que parezca, salvo que se produzca un derrumbe catastrófico, es probable que lo consigan, porque estamos tan indefensos ante los que nos controlan como cualquier acólito ante sus sacerdotes. Es improbable que la gente salga por si sola de  sus ideas implantadas, muchos se refugian en un escepticismo improductivo mientras la ideología dominante acomete sus reparaciones. Pero expuestos al mismo entorno que les programó, la mayoría será incapaz de escapar definitivamente. Una nueva explicación, un lavado de cara del mensaje anterior y seguirán conformando la mayoría que acepta y asume.

Nuestra labor como opositores políticos y como críticos del capitalismo se parece más a un intento de desprogramar, que a un proceso de convencer, y eso lo hace tan difícil. No basta con las razones ni con los evidentes fracasos del sistema, hace falta que la gente esté dispuesta a escuchar, y muy poco lo hacen antes de que la crisis les sacuda directamente. Por ello es importante el papel que el periodista de prestigio, el cantante comprometido, o en general la figura mediática pueden jugar en que se produzca un cambio ideológico. Ellos son fundamentales para hacer el papel de persona de confianza, requerido para que la gente abra su mente a la duda y el cambio.

Dicho todo lo anterior, el hecho de que Baltasar Garzón esté planteándose entrar en las listas de IU es una gran noticia pese a la resistencia que algunos sectores parecen tener al respecto. Es una gran injusticia hacia alguien que tiene entre su bagaje nada menos que el procesamiento de Pinochet, la persecución del GAL y la de la corrupción del PP, pero sobre todo el acabar con el olvido de las víctimas del franquismo. Pero es aparte de ello una estupidez en términos prácticos, porque de la mano de gente del prestigio de Garzón nos llega la oportunidad de romper el bloqueo que impide que la gente escuche y dude.

2 comentarios:

alfredo dijo...

La base del sistema es la jerarquía de mando y una serie de valores como el hedonismo, el economicismo, el culto al los valores materialistas y al deniero. Garzón, y las izquierdas ,¿representan una real alternativa o es más de lo mismo teñido de rojo?. Lo siento Enrique pero si se pretende un cambio de verdad, este pasa por una sociedad autogestionada, sin trabajo aslariado, sin estructuras piramidales, y con otros valores. Lo demás, es autoengañarse y engañar, de buena fe, al personal

EGS dijo...

A mi ese objetivo me parece bien, pero no me parece que lleguemos a él ni mañana ni pasado. De nada sirve decir lo que quieres si no me indicas cual es el camino que te lleva allí.

Mi pregunta es ¿Que proponemos para mañana? ¿Cuales son los pasos concretos que te acercan a ese objetivo?