sábado, febrero 15, 2014

Ley del aborto de Gallardón, o el problema de que nos gobiernen integristas sectarios.


Permitidme un preámbulo un poco extraño. Confesaré que tengo por costumbre dormirme con la televisión encendida de fondo, con el temporizador puesto para que se apague sola. Como programa elegido a modo de sedante, elijo frecuentemente algún documental, quizás porque escuchándolo mi mente divaga, lo que me lleva relajadamente al sueño. Una manía.

La cosa se pone más rara si os cuento que de entre los documentales que elijo, mis favoritos son cualquiera que tenga que ver con extraterrestres, fantasmas, esoterismo, seres de leyenda cuya existencia se quiere demostrar, y cosas similares. Hay algo en ellos que me resulta de lo más relajante, y me adormezco entre sesudas demostraciones de la innegable influencia de los extraterrestres en el devenir de la historia, testimonios de gente que juran haber visto un "yeti" en Connecticut, o detalles de como se mide la actividad parapsicológica en una casa "embrujada", con la ayuda combinada de la más moderna tecnología, junto a los oficios de un medium de los de toda la vida. A nadie extrañará por tanto que mis noches de los domingos acaben siempre con Cuarto Milenio, el programa de Cuatro que hace de todas estas historias su tema central.

Hace unas semanas, me dejé acunar por un encendido debate al respecto de los llamados "círculos de las cosechas", formas geométricas que aparecen en medio de los campos de cereales y cuya creación se atribuye por algunos, de forma prosaica, a meros gamberros o incluso intereses publicitarios, y por otros, a enrevesadas conspiraciones o explicaciones más o menos extraordinarias, destacando los que ven en el fenómeno algún tipo de intervención alienígena.

Mientras escuchaba la acalorada discusión entre unos y otros, mi pensamiento divagó al respecto de lo que supone creer en marcas en los cultivos creadas por extraterrestres, y como la mayoría de la gente no se atrevería a expresar tal creencia en público, mucho menos un personaje de la vida pública o política. Y en realidad, siendo objetivos, me resulta más fácil aceptar la teoría de que los alienígenas se dedican a hacer arte en tres dimensiones en los cultivos de Yorkshire, que pensar que existe un Dios "uno y trino" al que uno debe rezar y dedicar ritos y conductas ridículas. Al fin y al cabo, los "circulos de las cosechas" son una realidad innegable, mientras que de Dios y de sus actos carezco de ninguna prueba o indicio.

Siguiendo esta linea de pensamiento, y partiendo de la base de que soy de los que opinan que cada cual puede desvariar con las creencias más o menos estúpidas que prefiera, se me ocurrió pensar en lo que pasaría si de repente el Ministro de Agricultura  se declarara "Croppie" (nombre que se dan los creyentes en el origen extraterrestre de los "circulos") y dictara una ley que obligara a los agricultores a dedicar sus tierras y acomodar sus acciones agrícolas para favorecer la aparición de tales círculos y obligando a que se preserven estos mensajes llegados del universo. Y es que una cosa es que uno decida abandonarse al pensamiento irracional, y otra es querer imponer tu particular irracionalidad a otros.

El señor Gallardón, Ministro de Justicia de nuestro atribulado país, ha decidido ponerse al frente de las hordas integristas y fanáticas cristianas y legislar la interrupción del embarazo en base a sus irracionales creencias religiosas. La ley de plazos puesta en marcha en su día por el gobierno de Zapatero, es el resultado de plasmar en la norma lo que la ciencia nos dice. Sabemos como es la concepción, como se fecunda un óvulo, se divide y pasa a constituir un embrión, como las neuronas empiezan a desarrollarse en la séptima semana, los brazos y piernas en la semana octava, el sistema nervioso en la novena, el digestivo en la décima, los órganos sexuales en la undécima y como al final de la duodécima semana todos los órganos básicos están ya formados incipientemente, en ese momento ese proyecto de ser vivo mide algo más de 5 centímetros y pesa unos 14 gramos.

Entre la décima y la duodécima semana, según opiniones, dejamos de hablar de embrión para pasar a hablar de feto. La diferencia es cualitativa, porque lo que inicialmente es un conjunto de células ha dado paso a un ser que ya tiene lo que se requiere para ser un ser vivo independiente, si bien en un estado de maduración muy primario. La ley del aborto de Zapatero, al igual que las de todos los países avanzados, establece en este punto el límite en el que el derecho de la mujer a interrumpir el embarazo deja de existir. No nos dejemos engañar por la propaganda religiosa, son estas, incluida la de Zapatero, unas leyes muy garantistas con lo que es solo un proyecto de persona. Con sus 14 gramos y su imposibilidad de ser remótamente viable fuera del útero, recibe el recién formado feto una enorme protección por parte de la ley, y convierte a la mujer en cautiva de un proceso que se desarrolla dentro de su propio cuerpo.

Si el irracional señor Gallardón y ese mayoritario conjunto de sectarios creyentes que le apoyan no fueran tales, la discusión sobre la ley del aborto se centraría en definir si el plazo de 12 semanas es excesivo, y si este debe reducirse a 10, o a 9. Pero el señor Gallardón no razona, sino que se deja llevar por su fe para determinar que en el momento de la concepción se produce un hecho mágico que transmite el alma al cigoto, a la mórula, la blástula o quién sabe en que momento concreto del desarrollo embrionario. Así, utilizando el neo-lenguaje al que nos tienen acostumbrados, ha creado la figura del "concebido y no nacido", fórmula por la que pretende pasar la idea de que un embrión de 8 semanas y un gramo de peso no se diferencia realmente de un no-nato de 42 semanas y 4 kilos.

El señor Gallardón y sus beatos co-militones y co-religionarios son un ejemplo más de como los fanáticos religiosos intentan hacernos pasar a todos por sus ridículas y muchas veces dañinas creencias. Mi hermano siempre decía que una persona que declara su catolicismo debería quedar incapacitada para ejercer un cargo público, dado que los creyentes de esta secta cristiana no se deben al conjunto de los ciudadanos, sino que se someten a las instrucciones de de una institución jerárquica y autoritaria como es la "Santa Iglesia Católica y Apostólica Romana", cuyo máximo lider es, para más "inri", un dignatario extranjero. El efecto dañino que el sectarismo de esta gente nos causa no es comparable con el que tendría estar gobernado por inocentes creyentes en la autoría extraterrestre de los circulos de las cosechas.

PD: No puedo menos que traer a colación esta interpelación al gobierno de un diputado de Amaiur que desde el humor (nada mejor para poner en evidencia a los dogmáticos), critica las tendencias nacional-catolicistas del gobierno.



A la luz de estas reflexiones

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