viernes, noviembre 11, 2011

El 20-N se acaba una época y empieza otra nueva.

Estos días en que parece que la historia se acelera, leo, leo, leo. Internet nos permite no solo conocer lo que ocurre en el mundo saltandose intermediaciones de medios controlados, más importante incluso para mi, nos permite conectar inmediatamente con lo que piensan los tuyos, con lo que dicen y opinan los que no son los tuyos, prestar oidos a los rumores más bajos que te anticipan lo que va a pasar. Y tiene pinta de que van a pasar cosas, y muchas en las próximas semanas y meses. Los signos son evidentes para quien esté atento a ellos, y bastan unos ejemplos.


La crisis de la Eurozona ha llegado al punto de la ruptura de consensos. Según caen los países, ya no son los medios marginales de la izquierda los que hablan de las contradicciones de la construcción Europea, del absurdo papel del BCE, de la crisis de legitimidad democrática y de lo suicida de las políticas extremistas neoliberales en las que Europa se ha embarcado. Ahora las voces críticas llegan de los gobiernos conservadores de EEUU y del Reino Unido y de medios como el New York Times el el Guardian. Mientras, los dirigentes de Europa se enrocan, quizás pensando que ya no tienen otra salida que seguir para adelante, pues reconocer su error se los llevaría por delante a ellos y a las posiciones ideológicas que representan.

En Grecia preparan un gobierno de unidad nacional que tendrá aún menos legitimidad que el anterior (que al menos había sido elegido en las urnas). Dudo que los griegos se apresten alegremente a seguir sus dictados en forma de nuevos recortes que caen sobre una ciudadanía agotada, menos aún cuando Papandreous rompió el embrujo hablando de someter las medidas a referendum. Si hasta ahora la carga de la crisis cayó en el PASOK, ahora se llevará por delante a Nueva Democracia. Me temo que la cuerda se puede romper, y de las revueltas puede surgir cualquier cosa, incluido un golpe militar. Más nos vale estar atentos, porque en buena medida estamos viendo nuestro propio futuro. Italia se encamina en la misma dirección, y aunque tiene mucho recorrido antes de que la situación se vuelva tan extrema como en Grecia, igual no cabe esperar la misma paciencia con la que los griegos han aguantado el castigo recibido. Tampoco es facil predecir lo que durará la paciencia de los portugueses, con la variante de que su ejército no parece pueda convertirse en garante de una represión ante las posibles revueltas.

Desde primeros de año, la ciudadanía, aún desinformada y manipulada, empieza a dar signos de vida en muchos de nuestros países. En mi opinión, el movimiento del 15-M no es como algunos creen una valvula que permite eliminar presión de descontento popular, y que acabará desactivandose. Se me antoja más bien como unos ejercicios de estiramientos de una ciudadanía que durante decenios ha estado adormecida. En los últimos meses multitud de personas han conocido la experiencia y descubierto una cierta capacidad de conseguir objetivos mediante la movilización, y lo que es más importante, han roto con el principio de la legitimidad de las urnas para justificar todos los atropellos. Estamos aún verdes, pero se ha avanzado para prepararnos para lo que vendrá.

Las elecciones se nos echan encima en lo que parece un episodio triunfal más del inmovilismo bipartidista. Sin embargo, si yo fuera un dirigente del PP no las tendría todas conmigo. El desastre sin paliativos  que se augura al PSOE obligará a cambios profundos en lo que ha sido un perfecto representante de la deriva liberal y el abandono de las posturas socialdemócratas en Europa. Mientras su organización se recompone, el sistema dejará de tener en el partido socialista un perfecto muro de contención que mantiene callados entre la verguenza y la culpa a sus muchos millones de incondicionales seguidores. El PSOE cae abandonado por los suyos debido a su deriva entregista a los poderes económicos, y de su debate interno surgirá seguramente el replanteaminto de los dogmas socioliberales de los últimos años. De entre sus dispersas filas surgirá un PSOE diferente, o bien se alimentaran otros movimientos que nos ofrecerán nuevas oportunidades. En cualquier caso podemos estar ante el desbloqueo de una situación que se ha mantenido estable en los últimos 30 años.

El Partido Popular, sin duda el más trasnochado, tardo-fascista y reaccionario representante de la derecha europea, se apresta a una victoria histórica que le dará un poder absoluto en la política española, y vendrá con el cuchillo en la boca de la mano de sus sectores más integristas. Con la borrachera propia de la aplastante victoria, acometeran con furia toda su agenda de contrareformas al amparo de lo que Naomi Klein tan brillantemente catalogó como doctrina del shock. De su euforia dan buena imagen su disposición a desmantelar los recientes avances en materia de derechos y libertades, algo a lo que en pasadas victorias no se atrevieron. Y creo que se van a equivocar, porque detrás no tienen como creen un pueblo entregado y dispuesto al masoquismo a la espera de que la biblia neoliberal les purifique y saque del desastre, sino una ciudadanía excéptica con poca paciencia. El PP asentará su victoria en la movilización masiva de sus incondicionales, la abstención de los desencantados del PSOE y la credulidad de los más desesperados. Si creen que esta victoria por abandono les da crédito para mucho tiempo y para muchas cosas, sospecho que se equivocan.


Todo lo que ocurre a nivel internacional y nacional nos augura una situación de conflicto social en España y en Europa de un calibre diferente a lo que hemos conocido en las últimas décadas. Se caen los muros de contención, se corren los velos que ocultan la realidad y creo que empieza una nueva época de crisis y conflicto que nos devolverá algo diferente. Creo que en el futuro nos apuntaremos el día 20 de Noviembre como fecha clave en dichos cambios en nuestro país, el día en que muchas cosas se acabaron y otras empezaron a surgir.

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