La crisis de la
Eurozona ha llegado al punto de la ruptura de consensos. Según caen los países,
ya no son los medios marginales de la izquierda los que hablan de las
contradicciones de la construcción Europea, del absurdo papel del BCE, de la
crisis de legitimidad democrática y de lo suicida de las políticas extremistas
neoliberales en las que Europa se ha embarcado. Ahora las voces críticas llegan
de los gobiernos conservadores de EEUU y del Reino Unido y de medios como el New
York Times el el Guardian. Mientras, los dirigentes de Europa se enrocan, quizás
pensando que ya no tienen otra salida que seguir para adelante, pues reconocer
su error se los llevaría por delante a ellos y a las posiciones ideológicas que
representan.
En Grecia preparan
un gobierno de unidad nacional que tendrá aún menos legitimidad que el anterior
(que al menos había sido elegido en las urnas). Dudo que los griegos se apresten
alegremente a seguir sus dictados en forma de nuevos recortes que caen sobre una
ciudadanía agotada, menos aún cuando Papandreous rompió el embrujo hablando de
someter las medidas a referendum. Si hasta ahora la carga de la crisis cayó en
el PASOK, ahora se llevará por delante a Nueva Democracia. Me temo que la cuerda
se puede romper, y de las revueltas puede surgir cualquier cosa, incluido un
golpe militar. Más nos vale estar atentos, porque en buena medida estamos viendo
nuestro propio futuro. Italia se encamina en la misma dirección, y aunque tiene
mucho recorrido antes de que la situación se vuelva tan extrema como en Grecia,
igual no cabe esperar la misma paciencia con la que los griegos han aguantado el
castigo recibido. Tampoco es facil predecir lo que durará la paciencia de los
portugueses, con la variante de que su ejército no parece pueda convertirse en
garante de una represión ante las posibles revueltas.
Desde primeros de
año, la ciudadanía, aún desinformada y manipulada, empieza a dar signos de vida
en muchos de nuestros países. En mi opinión, el movimiento del 15-M no es como
algunos creen una valvula que permite eliminar presión de descontento popular, y
que acabará desactivandose. Se me antoja más bien como unos ejercicios de
estiramientos de una ciudadanía que durante decenios ha estado adormecida. En
los últimos meses multitud de personas han conocido la experiencia y descubierto
una cierta capacidad de conseguir objetivos mediante la movilización, y lo que
es más importante, han roto con el principio de la legitimidad de las urnas para
justificar todos los atropellos. Estamos aún verdes, pero se ha avanzado para
prepararnos para lo que vendrá.
Las elecciones se
nos echan encima en lo que parece un episodio triunfal más del inmovilismo
bipartidista. Sin embargo, si yo fuera un dirigente del PP no las tendría todas
conmigo. El desastre sin paliativos que se augura al PSOE obligará a cambios
profundos en lo que ha sido un perfecto representante de la deriva liberal y el
abandono de las posturas socialdemócratas en Europa. Mientras su organización se
recompone, el sistema dejará de tener en el partido socialista un perfecto muro
de contención que mantiene callados entre la verguenza y la culpa a sus muchos
millones de incondicionales seguidores. El PSOE cae abandonado por los suyos
debido a su deriva entregista a los poderes económicos, y de su debate interno
surgirá seguramente el replanteaminto de los dogmas socioliberales de los
últimos años. De entre sus dispersas filas surgirá un PSOE diferente, o bien se
alimentaran otros movimientos que nos ofrecerán nuevas oportunidades. En
cualquier caso podemos estar ante el desbloqueo de una situación que se ha
mantenido estable en los últimos 30 años.
El Partido Popular,
sin duda el más trasnochado, tardo-fascista y reaccionario representante de la
derecha europea, se apresta a una victoria histórica que le dará un poder
absoluto en la política española, y vendrá con el cuchillo en la boca de la mano
de sus sectores más integristas. Con la borrachera propia de la aplastante
victoria, acometeran con furia toda su agenda de contrareformas al amparo de lo
que Naomi Klein tan brillantemente catalogó como doctrina del shock. De su
euforia dan buena imagen su disposición a desmantelar los recientes avances en
materia de derechos y libertades, algo a lo que en pasadas victorias no se
atrevieron. Y creo que se van a equivocar, porque detrás no tienen como creen un
pueblo entregado y dispuesto al masoquismo a la espera de que la biblia
neoliberal les purifique y saque del desastre, sino una ciudadanía excéptica con
poca paciencia. El PP asentará su victoria en la movilización masiva de sus
incondicionales, la abstención de los desencantados del PSOE y la credulidad de
los más desesperados. Si creen que esta victoria por abandono les da crédito
para mucho tiempo y para muchas cosas, sospecho que se
equivocan.
Todo lo que ocurre a nivel internacional y nacional nos augura una situación de conflicto social en España y en Europa de un calibre diferente a lo que hemos conocido en las últimas décadas. Se caen los muros de contención, se corren los velos que ocultan la realidad y creo que empieza una nueva época de crisis y conflicto que nos devolverá algo diferente. Creo que en el futuro nos apuntaremos el día 20 de Noviembre como fecha clave en dichos cambios en nuestro país, el día en que muchas cosas se acabaron y otras empezaron a surgir.
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