domingo, septiembre 15, 2013

El evidente fracaso de la economía de mercado


Circulaba hace unos días por la autopista de peaje que discurre de Zaragoza hacia Navarra, y me admiraba una vez más de los absurdos del sistema en el que vivimos. Mientras la vía por la que yo circulaba se encontraba vacía, la carretera general que discurre en paralelo presentaba un denso tráfico de camiones a los que los afanados conductores de turismos intentaban adelantar con un innegable riesgo para su vida y la de los demás conductores. Ya he comentado en este blog mi opinión al respecto de la cacareada eficiencia del mercado para distribuir recursos, pero es una pena constatar como hay un desconocimiento total entre la mayoría de la gente de como funcionan realmente las cosas. Es cierto que se conoce bien el hecho de que en este mundo millones de personas mueren de hambre mientras se desperdicia comida, pero pocos son realmente conscientes de que tal hecho no es resultado de una mala gestión de un sistema potencialmente bueno, sino la forma normal en que dicho sistema económico funciona.

Hablando ayer con mi mujer (que merced a la tabarra que le doy continuamente no es precisamente parte de la mayoría en cuanto al discurso político que recibe) me quedé de nuevo sorprendido de hasta que punto la mayoría es totalmente desconocedora de como funciona nuestra economía. Habíamos visto un documental sobre la Segunda Guerra Mundial y Julía se se preguntaba cómo era posible que hubiera habido recursos para montar una maquinaria militar de ese calibre. Tras indicarle que la producción militar era una de las vías por las que la demanda de una deprimida Alemanía había puesto en marcha su economía en los años 20, seguía poco convencida de la paradoja de que construyendo aviones militares se pueda mejorar la calidad de vida de la gente. Intenté una lección de keynesianismo básico (tampoco es que mi formación me permita mucho más) que pensé interesante incluir en el blog.

Dado que la crisis económica actual se parece bastante a la de los años 30 del siglo pasado, resulta casi más fácil explicar el tema. Partimos de que todos tenemos unas necesidades que cubrir y que para satisfacerlas se utilizan recursos naturales (incluida la energía) y mano de obra. Es evidente que en ni los recursos, ni las fábricas, ni la mano de obra que teníamos disponibles en el feliz 2007 se han desvanecido, sin embargo, millones de personas han dejado de trabajar y pierden el tiempo en su casa entre depresiones, sensaciones de fracaso, e infructuosas visitas al INEM y a las páginas web de búsqueda de trabajo. Esas personas han dejado de contribuir con su esfuerzo a la satisfacción de las necesidades de todos, las suyas incluidas, por lo que el cada vez menor contingente de trabajadores activos tenemos que intentar producir los bienes y servicios que se necesitan para mantener el mismo nivel de bienestar de la sociedad. Con más de tres millones de cotizantes menos (un 17% de descenso) parece difícil cubrir bien las necesidades de 1,5 millones de habitantes más.

En la actualidad tenemos en España aproximadamente un cotizante por cada tres habitantes, y en el mejor momento del boom el ratio era de uno por cada dos y medio. Incluso en la época que vivíamos por encima de nuestras posibilidades, cada trabajador generaba un importante excedente respecto a sus propias necesidades. Lo que genera la crisis actual no es el habernos tenido que ajustar a vivir según nuestros recursos, sino el haber lanzado a la inactividad a millones de personas que pueden y desean entrar en el proceso productivo. El fracaso no es de los parados, es de un sistema que es incapaz de utilizar los recursos disponibles para satisfacer nuestras necesidades, algo que no nos debe extrañar, porque el cubrir las necesidades de la gente no es el objetivo que guía a la economía de mercado.

Poner a producir a los seis millones de personas paradas no solo daría de sobra para revertir la merma en servicios sociales que hemos sufrido en los últimos tiempos, sino que generaría además recursos adicionales que se podrían materializar en forma de tanques y aviones (tal como se hizo en la Alemania de los 30), promociones inmobiliarias vacías, aeropuertos sin aviones y AVEs a ninguna parte (como hicimos en España en los tiempos de la burbuja), o cualquier otra objetivo más loable.

Llegado a este punto de la explicación Julia me hace una pregunta aparentemente lógica, pero en realidad totalmente extraña. ¿De donde sacamos el dinero para poner a trabajar a la gente? Y es extraña porque volviendo al principio de la explicación, el dinero no sirve para producir nada, sino que son los recursos naturales y la mano de obra los que generan los bienes y servicios. Y si la "iniciativa privada" y el "mercado" son incapaces de utilizar esos recursos que, en forma de parados desesperados, se encuentran disponibles, igual deberíamos encontrar un sistema alternativo que sea más útil y eficiente.

Pero eso sería hablar de ideas tan anticuadas como el socialismo, la intervención pública en la economía y todas esas locuras que gente desfasada como yo aún nos atrevemos ridículamente a defender. ¿Verdad?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno este artículo y tus otras contribuciones a temas de actualidad. Y gracias por tu valentía al denunciar a los que trataron de impedir la manifestación de este domingo, 29 de septiembre, con el lema Jaque al Rey.

EGS dijo...

Gracias a ti por tus ánimos. Me alegro que encuentres alguna de las cosas del blog interesantes.