sábado, enero 08, 2011

Una negociación obscena

Se encuentra dicen los sindicatos reunidos con el gobierno en una negociación de 3 días casi completos para intentar llegar a un acuerdo al respecto de la reforma de las pensiones. Nos hablan de maratonianas jornadas de 8 horas hoy mismo. Yo no salgo de mi perplejidad.

Perplejidad en primer lugar por el hecho de que los sindicatos accedan a esta farsa. No tengo ninguna explicación digna para su actitud, dado que el mero hecho de sentarse debilita la postura de los trabajadores al admitir que existe algún tipo de necesidad de reforma. Numerosas argumentaciones se han dado para desmentir que exista tal necesidad, pero quizás la más obvia, sin entrar en profundidades técnicas, es la que duda de una reforma que se plantea a la carrera para un problema que, en el peor de los casos y según los propagandistas neoliberales, tiene un horizonte de 30 a 50 años. Incluso para quién sea tan estúpido para creerse la propaganda oficial, hacer depender de una negociación de un fin de semana el destino a decenios vista de las pensiones resulta un insulto a la inteligencia.

La perplejidad se une a la indignación cuando uno se plantea en qué terminos puede estarse haciendo la negociación. Las reglas del juego están trucadas, y lo que llaman reforma es en realidad recorte. Uno no se  sienta a negociar con alguien que te plantea de partida cuanto te va a quitar. Lo peor que nos puede pasar como trabajadores y gente de izquierda sería precisamente que se llegara un acuerdo, y que los que se supone defienden nuestros intereses, se plieguen en nuestro nombre a ceder una parte de lo conseguido a base de luchas y en muchos casos de sangre. Y de forma tan sencilla que une la indignación al estupor.

La perplejidad, indignación y estupor se unen a la hilaridad cuando uno se pregunta lo que pueden estar haciendo tan altos dignatarios durante tan maratonianas reuniones. Horas y horas sentados en torno a una mesa para un tema que resulta relativamente sencillo. Uno se imagina al gobierno y los representantes sindicales a un lado y otro de la mesa con todo dicho después de los cinco primeros minutos en los que el primero sin duda reiterará su voluntad inquebrantable de postponer la edad de jubilación a los 67 años, y los segundos supongo declararán su oposición frontal a tal medida. Lo que pueden hacer durante el resto de horas e incluso días de reunión resulta un misterio que ofrece sin duda espacio para brillantes parodias futuras de los humoristas patrios..

Y es que todo esto es una farsa en la que hasta el más tonto percibe las intenciones ocultas de unos y de otros. El gobierno quiere plantear el retraso de la edad de jubilación como pago necesario ante el chantaje de la dupla Sarkozy-Merkel, como condición para apoyar a la deuda española frente al ataque especulador de los mercados. Unos mercados que lejos de ser anónimos tienen caras, nombres y apellidos. La negociación es para este una forma de enmascarar tales intenciones y dotar a las medidas ya decididad de un velo que oculte sus auténticos motivos.

Los sindicatos escenifican su resistencia a hacer una huelga general contra un gobierno de derechas que incomprensiblemente cuenta aún con cierto apoyo de buena parte de esa población que se autodenomina de izquierdas, muchos de los cuales constituyen las bases de las propias organizaciones sindicales. Detras de la negociación se encuentra el miedo a plantear un pulso en el que no creen, y para el que quieren buscar legitimidades extras ridículas por innecesarias.

Yo por mi parte siento sobre todo verguenza ajena ante toda esta parodia. Una vez que nuestros blanditos representantes sindicales han accedido a formar parte de ella, se me llevan los demonios cada minuto que pasa sin que estos se levanten de la mesa pegando de una puñetera vez un puñetazo sobre esta.

1 comentario:

Soli dijo...

Estoy de acuerdo con tu crítica valiente al comportamiento de los sindicatos mayoritarios. Creo que uno de los problemas de IU es su subordinación a esos sindicatos corruptos, a los que apenas se atreve a criticar.