martes, enero 25, 2011

Van a por todas

Es ley de vida. Ante un conflicto es bastante normal que una vez que se quiebra la resistencia de una de las partes, y cede, el vencedor exprima al máximo su victoria e imponga esta de forma absoluta.

En los últimos 30 años se ha producido un conflicto en el que las oligarquías económico financieras han ido ganando batalla tras batalla ante la menguante resistencia de los sectores de izquierda, traicionados por la progresiva asumpción de los grandes partidos socialdemócratas europeos de los postulados neoliberales. Dicho proceso llevó a la desregulación y el desarme de las barreras fiscales y legales que ponían freno a la capacidad de actuar de dichas oligarquías.

La toma del poder político-económico por parte de dichas oligarquías, ocurrida durante los años 90 (recordemos en España los ajustes para cumplir los criterios de Maastritch y las condiciones en que se estableción la moneda única), disimuló sus efectos mediante la creación de una burbuja de crédito que permitió compensar con el endeudamiento la progresiva pérdida de capacidad adquisitiva de los trabajadores. El deterioro que las nuevas medidas estaban causando en los trabajadores se demostraba en la creciente desigualdad de rentas y la disminución que las rentas del trabajo sufrían a favor de las del capital.

El proceso necesitó del establecimiento de una doctrina ideológica que fuera asumida por las grandes mayorías. Así se nos vendió que esa distribución de la tarta a favor de las rentas del capital nos beneficiaba a todos, porque la tarta al crecer nos entregaba al fin y al cabo un trozo mayor. Se nos vendió que un sistema impositivo menos redistributivo era bueno puesto que esto permitía a las empresas crear empleo y riqueza. Se nos vendió una globalización que favorecía a los empobrecidos del mundo a la vez que nos permitía a los países más desarrollados centrarnos en sectores de más alto valor añadido. Se desmantelaron los sectores públicos clave y se entregaron al sector privado bajo promesas de mejor gestión, mejor servicio y mejores precios. Se nos vendió el fin de la historia, y el triunfo del capitalismo, y los vendedores traían trajes de socialdemócrata, y la gente lo compró.

En los últimos años el entramado de mentiras ha ido cayendo. Nos enteramos que la desregulación permitió excesos financieros especulativos que resultaron absolutamente destructivos. La libertad de movimiento de capitales permitió la evasión masiva hacia paraísos fiscales, y unida a las rebajas impositivas debilitó las finanzas públicas creando déficits fiscales que ponen en cuestión el estado del bienestar. La globalización desmanteló sectores industriales que fueron deslocalizados a países emergentes, para beneficio de las multinacionales, que pudieron producir en condiciones de semi-esclavitud. Los sectores públicos privatizados crearon oligopolios ante los que los consumidores se encuentran cautivos. Finalmente descubrimos que la tarta no había crecido tanto, que nuestra ración era menguante y que alguien tenía que empezar a pagar la cuenta de la fiesta.

Pareció durante un pequeño lapso que la caída del velo que había dejado las mentiras al descubierto supondría el replanteamiento y la reversión de alguna de las medidas tomadas en estos últimos treinta años; una ingenuidad. Con los estados desarmados de todo poder para influir en la economía trasnacional, y con la población aturdida, desarmada a su vez ideológicamente y abducida por una propaganda que ha convertido las mentiras en dogmas, los que mandas se han quitado la careta.

En el último año las cartas se han puesto encima de la mesa. Nuestro voto, nuestros gobiernos no pintan ni deciden nada, y todo intento por oponerse recibirá su castigo en forma de crisis de la deuda. Con las instituciones que todo lo deciden fuertemente ancladas y controladas (FMI, BCE, etc.) se nos ha informado de que la democracia se limita a decidir cuestiones sociales, pero que la economía la deciden otros. Algunos como Zapatero parecieron jugar a ser DeGaulle y ofrecer alguna resistencia, para finalmente convertirse en un nuevo Petain que encabeza un gobierno pelele colaboracionista con el vencedor.

Ahora los vencedores ya no tienen necesidad de disimular. Han empezado por un recorte de condiciones laborales que tienen su eco en la carrera de ofrecimiento de rebajas adicionales firmado por trabajadores como los de Nissan, cediendo al chantaje del cierre y la deslocalización. Han ido a por las Cajas de Ahorro, un suculento bocado público pendiente de devorar para el lucro privado. Ahora van a por las pensiones para seguir con el desmantelamiento de la negociación colectiva. Y no van a parar, ¿porqué habrían de hacerlo?

Nos han derrotado, pero queda por ver si nos han domesticado y en nuestra docilidad dejaremos que nos sigan apretando ilimitadamente sin siquiera plantear resistencia. De momento se sienten seguros y van a por todas.

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